HISTORIA DE VALENCIA
De cómo la imagen de la Virgen de los Desamparados se salvó in extremis de su destrucción
Un alcalde poco reconocido por la historia se erigió en su defensor y protector en los albores de la Guerra Civil.

De cómo la imagen de la Virgen de los Desamparados se salvó in extremis de su destrucción
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En esta crisis pandémica se acaba de poner en el centro del debate, de forma sorprendente, la devoción de los valencianos por la Mare de Deu dels Desamparats como consecuencia de la salida para recorrer la ciudad su imagen peregrina en el “Maremovil”, y los comentarios del secretario del grupo de Compromís en el Ayuntamiento y colaborador de Joan Ribó, Amadéu Mezquida. Como nos recuerda Baltasar Bueno en su artículo “La inveterada tradición de sacar la Virgen a la calle en las grandes calamidades”, tradicionalmente la imagen de la Virgen de los Desamparados ha ejercido de especial protectora contra grandes tribulaciones y necesidades de la ciudad, saliendo en procesión cuando ocurría alguna de ellas, por devoción del pueblo e incluso por mandato real de Felipe III, que en 1640 “ordenó que la imagen de la Virgen de los Desamparados fuera sacada en procesión de rogativas cuando la Nación lo necesitare o por grandes tribulaciones y necesidades de la ciudad de Valencia”.

Los hechos que queremos recordar es como el alcalde José Cano Coloma, alcalde de Valencia durante la Segunda República y parte de la Guerra Civil, de marzo de 1936 hasta febrero de 1937, miembro de la masonería, con el nombre simbólico de Gayo, en la logia "Germaníes" de Valencia y perteneciente a la Izquierda Republicana que fue diputado en las Cortes Constituyentes de 1931 por el Partido Republicano Radical Socialista y que antes ya había sido elegido concejal del ayuntamiento de Valencia; que según los prejuicios de aquella época, y que parecen retornar en ocasiones, estaba muy alejado del respeto por el hecho religioso y los cristianos, y que a pesar de todo y de todos salvó a la imagen de la Geperudeta, cuya advocación curiosamente es una creación de los propios valencianos pues no tiene ni un origen teológico o mítico o mistérico. Los hechos que tratamos nos llevan a julio de 1936, en concreto al día 21, la Catedral estuvo ardiendo un día entero, la iglesia de los Santos Juanes llevaba tres días quemándose, entonces se produce el asalto y destrucción de la Capilla de La Virgen de los Desamparados, cuya imagen había recibido tres disparos en la cabeza por parte de los milicianos, y que ya le habían robado las alhajas y la corona, y se iniciaba la quema de la iglesia , cuando el alcalde Jose Cano (al que ayudó en aquellos momentos muy complicados el rector de la Universidad de Valencia Juan Peset Aleixandre) en su despacho es informado de los desmanes y acude al centro de la ciudad para observar la barbarie que se estaba produciendo, se dirige e interpela al capitán de milicias Manuel Uribarri para que intervenga y ponga fin a los destrozos, al hacerlo se detiene la quema de la iglesia, y con la ayuda de bomberos dirigidos por el alcalde se sofoca.

A las 23 horas con nocturnidad alevosía y buenos propósitos el alcalde con un camión de abastos traslada la imagen de la Virgen a las dependencias municipales a su archivo, y se pone en contacto con los cofrades de la Basílica para que se hagan cargo de la imagen, estos, presos de un temor incontrolable rechazan la responsabilidad de llevarse la estatua (la pieza original pesa 41,5 kilogramos y mide 1,43 metros de altura). El alcalde consciente de que existe un gran número de personas que saben que por allí ha estado la Virgen decide emparedarla y esconderla colaborando en ello Juan Boix Vila, archivero mayor de Valencia.