El precio de la fruta de verano se dispara en tienda mientras el agricultor alicantino malvive
Melocotones a un euro en el campo, pero tú los pagas a 5,40: ¿quién se está forrando?

La fruta de verano se paga a precio de oro en tienda mientras los agricultores apenas sobreviven
Alicante - Publicado el - Actualizado
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La campaña de fruta de verano ya ha comenzado con unas perspectivas agronómicas que contrastan, y mucho, con la realidad económica del sector. Melocotón, nectarina, pavía, paraguayo y ciruelo llegan estos días con un calibre excelente y una calidad muy destacada a los campos valencianos, pero lo hacen envueltos en una profunda preocupación: los precios siguen sin compensar el esfuerzo de producción.
Según los datos recopilados por organizaciones agrarias, el precio que recibe el agricultor por su fruta apenas llega a un euro el kilo en el mejor de los casos, mientras que en los supermercados el mismo producto se vende a más de 5 euros. Es el caso, por ejemplo, de las nectarinas, que ya se ofertan a 5,40 euros el kilo en algunos lineales. El año pasado, la media fue de 0,70 euros el kilo en el campo y 3,50 en tienda. Una diferencia que, lejos de reducirse, parece ampliarse.
El consumidor paga más, el productor gana menos
Los agricultores lo tienen claro: “Cuesta muchísimo sacar esta fruta adelante. Cuando logramos 1 euro por kilo nos damos con un canto en los dientes. Pero el consumidor paga cinco veces más. Es insostenible”, lamentan.
A pesar de que este año se espera una producción ligeramente inferior a la pasada , en parte por las tormentas de pedrisco en determinadas zonas, la fruta está saliendo de gran calidad allí donde el tiempo ha respetado. Se calcula una cosecha superior a las 13.000 toneladas en la Comunidad Valenciana, con una superficie total de 9.188 hectáreas dedicadas a estos cultivos, incluida la cereza.
Mano de obra escasa y precios sin rentabilidad
Uno de los grandes obstáculos que los productores están sufriendo es la dificultad para encontrar mano de obra especializada para tareas como el aclareo o la recolección. A ello se suma la presión derivada del encarecimiento de insumos, la competencia con fruta importada de países extracomunitarios y las exigencias normativas europeas en materia de fitosanitarios.
“Nos aprietan por todas partes. No tenemos herramientas suficientes para combatir plagas ni enfermedades, y además tenemos que competir con productos de fuera que no cumplen ni la mitad de exigencias”, denuncian desde el sector.
El consumo se hunde: cada vez comemos menos fruta
La situación se agrava con una tendencia preocupante: el consumo de fruta en España sigue cayendo en picado. Cada español consume hoy 78,6 kilos de fruta al año, casi un 25% menos que hace una década, cuando la cifra superaba los 102 kilos. Las variedades más afectadas son los cítricos y las frutas de pepita, con caídas que superan el 33%.
Por contra, las frutas exóticas son las únicas que aumentan su presencia en la cesta de la compra. Una paradoja en un país con una de las mejores producciones hortofrutícolas del mundo.
Desde el sector se propone un cambio de rumbo inmediato. Se reclama una mayor inversión pública en campañas de promoción de fruta nacional y de proximidad, destacando su calidad, su papel en la salud y su impacto positivo en el medio rural y el medio ambiente.
También se exige mayor respaldo presupuestario para el seguro agrario, una herramienta clave para sobrevivir a los cada vez más frecuentes y violentos fenómenos meteorológicos. La petición concreta es que las administraciones subvencionen hasta el 70% de los costes de estas pólizas, el máximo permitido por la Unión Europea.
Por último, piden que se impulse la investigación y el desarrollo de variedades más resistentes al cambio climático, con menos necesidades hídricas y mayor adaptación a las nuevas condiciones de cultivo.
¿Quién gana con esta diferencia de precios?
La gran pregunta sigue sin respuesta clara: ¿quién se queda el margen entre el euro que recibe el agricultor y los más de cinco que paga el consumidor?
Una cadena opaca en la que los eslabones más débiles, los que realmente producen la fruta, siguen siendo los más perjudicados. Y todo esto en una tierra como la Comunidad Valenciana, donde la agricultura no solo es economía: es paisaje, cultura y forma de vida.