En los hogares madrileños, aproximadamente se desperdician unos 31 kilos de alimentos al año, una cifra que va más allá de los productos que simplemente se echan a perder en el frigorífico. Hablamos también de alimentos que nunca llegan a ser cocinados, como zumos, embutidos o salsas.

¿Somos conscientes del gran derroche que esto representa? Según un estudio de la Universidad de Comillas, las personas no son conscientes de que están tirando alimentos y tienden a subestimar nuestra contribución al problema, justificándolo como algo esporádico o puntual. Sin embargo, los datos nos revelan una realidad más preocupante. El acto de tirar comida, además, está siendo cada vez menos tolerado socialmente.

Para abordar este desafío, surgen iniciativas que van más allá de las acciones individuales en casa. Es el caso de la panadería Horno de Vital Aza, cuyas dueñas brasileñas tienen como principio fundamental el aprovechamiento máximo de la comida y la reducción del desperdicio, colocando el pan sobrante en la puerta del local. Inés, una de las propietarias, nos relataba cómo surgió la idea. Una idea que ha sido recibida a partir del agradecimiento y los abrazos de los propios vecinos necesitados al ver esta práctica solidaria.

La concienciación y las acciones positivas son cada vez más valoradas en las calles de Madrid en lo que respecta al aprovechamiento de alimentos. Una de estas prácticas se lleva a cabo en un establecimiento de Chamberí, donde se utiliza una técnica meticulosa de medición de cantidades para cocinar solo lo necesario y minimizar que pueda sobrar algo. Juan Jiménez, su dueño, nos explicaba que cualquier producto que sobre, se transforma en nuevos platos, siguiendo el concepto de cocina de aprovechamiento.

Es fundamental recordar que cada alimento desperdiciado es una oportunidad perdida para alimentar a alguien y un impacto negativo en nuestro planeta. En un mundo donde la escasez coexiste con el derroche, cada gesto cuenta en la lucha contra el desperdicio alimentario.