El tratado del siglo XIV que sigue obligando a Francia a entregar vacas a España: "Se sigue cumpliendo por el bien de todos"
Hablamos de un acuerdo que lleva vigente seis siglos y que solo se ha interrumpido en dos ocasiones

La historia del Tributo de las Tres Vacas se remonta a la Edad Media
Barcelona - Publicado el
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Cada 13 de julio, en un rincón mágico de los Pirineos, se celebra un ritual que parece sacado de un libro de historia medieval: el Tributo de las Tres Vacas.
En la frontera entre Navarra (España) y el valle de Baretous (Francia), los habitantes de los valles de Roncal y Baretous se reúnen para renovar un acuerdo que lleva más de seis siglos en vigor.
Sí, has leído bien: desde 1375, los franceses entregan tres vacas pirenaicas a los españoles en un acto lleno de simbolismo, tradición y, sobre todo, hermandad.
Pero, ¿cómo empezó todo esto? ¿Por qué sigue vigente? Y, en 2025, ¿qué significa este gesto en un mundo tan moderno? Vamos a desgranarlo con calma.

La historia del Tributo de las Tres Vacas se remonta a la Edad Media, aunque algunos historiadores aseguran que sus raíces son aún más antiguas, perdiéndose en la bruma de los siglos.
Un origen perdido en la noche de los tiempos
La historia del Tributo de las Tres Vacas se remonta a la Edad Media, aunque algunos historiadores aseguran que sus raíces son aún más antiguas, perdiéndose en la bruma de los siglos.
Todo comenzó en los valles pirenaicos, donde los pastores de Roncal (Navarra) y Baretous (en el actual departamento francés de Pirineos Atlánticos) vivían en constante disputa por el uso de pastos y fuentes de agua.
Estos enfrentamientos no eran simples riñas vecinales: en una época donde la supervivencia dependía del ganado, cualquier intrusión en los terrenos del otro podía desatar conflictos serios.
Las crónicas hablan de reyertas que, en ocasiones, terminaban en tragedias, como la batalla de Aguincea, donde murieron 53 roncaleses y 200 baretoneses, según algunas fuentes.
Harto de tanto derramamiento de sangre, en 1375 se decidió poner fin a estas disputas. La solución vino de la mano de un arbitraje en la villa altoaragonesa de Ansó, donde seis “hombres buenos” dictaron una sentencia que cambiaría la historia de estos valles.
El acuerdo, conocido como la “carta de paz”, estableció que los baretoneses debían entregar tres vacas de dos años, con el mismo pelaje, cornaje y dentaje, a los roncaleses cada 13 de julio.
A cambio, los navarros permitían el acceso a ciertos pastos en su territorio. Este pacto no era un simple trueque, sino un compromiso de paz entre comunidades que, a pesar de estar separadas por una frontera, compartían un modo de vida.

Es una fiesta declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial y Fiesta de Interés Turístico de Navarra
¿Por qué sigue vivo en 2025?
Seis siglos y medio después, el Tributo de las Tres Vacas no solo sigue vigente, sino que se ha convertido en una fiesta declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial y Fiesta de Interés Turístico de Navarra. Pero, ¿cómo es posible que un acuerdo medieval sobreviva en la era de los smartphones y la Unión Europea?
La respuesta está en su valor simbólico y en la voluntad de ambas comunidades de mantener viva su historia. A diferencia de otros tratados que han quedado en el olvido, este no depende de gobiernos nacionales, sino de la gente de los valles, que lo han convertido en un momento de celebración y unión.
El ritual se celebra en el collado de Ernaz, junto al mojón 262 (la original Piedra de San Martín desapareció en 1858), y sigue un guion casi inalterado.
Los representantes de Roncal llegan con sus trajes tradicionales: sombrero roncalés, capote negro y calzón corto. Los de Baretous, por su parte, visten de gala con la banda tricolor francesa.
Un veterinario inspecciona las vacas, que luego son devueltas a Francia, ya que desde hace años el tributo se paga con el equivalente en dinero. Tras el intercambio, todos comparten un banquete al aire libre, con productos típicos y música, sellando la fraternidad entre ambos pueblos.
Solo en dos ocasiones se ha interrumpido esta tradición: en 1794, por conflictos bélicos, y en 1944, cuando las tropas nazis impidieron la ceremonia.
Estos paréntesis demuestran lo excepcional que es su continuidad, incluso en tiempos de crisis. En 2025, el Tributo sigue siendo un recordatorio de que la cooperación y el respeto mutuo pueden superar cualquier frontera.
El trasfondo actual: más que vacas, un mensaje de unidad
En un mundo donde las noticias están dominadas por conflictos y divisiones, el Tributo de las Tres Vacas es un soplo de aire fresco. No se trata solo de un intercambio económico o de cumplir con un papel firmado en 1375; es un ejemplo vivo de cómo dos comunidades pueden resolver sus diferencias y construir una relación basada en el diálogo.
En 2025, con los retos globales que enfrentamos —desde el cambio climático hasta las tensiones geopolíticas—, este acto sencillo, pero profundo nos recuerda el valor de la palabra dada y la importancia de la convivencia.
Además, el Tributo se ha convertido en un atractivo turístico que pone en el mapa a estos valles pirenaicos. Cada año, cientos de personas se acercan a presenciar la ceremonia, atraídas por su singularidad y por la belleza del entorno.
Para los locales, es una forma de honrar a sus antepasados y de enseñar a las nuevas generaciones el valor de la tradición. Como dijo una vez un vecino de Isaba, “esto no es solo por las vacas, es por lo que significan: paz, respeto y comunidad”.
El Tributo de las Tres Vacas es mucho más que una curiosidad histórica. Es un puente entre pasado y presente, entre España y Francia, entre dos valles que, a pesar de los siglos, siguen dándose la mano cada 13 de julio.
En 2025, mientras el mundo corre a toda velocidad, este pequeño ritual en los Pirineos nos invita a parar, reflexionar y celebrar que, a veces, las cosas más simples son las que más perduran.