El milagro de María: la bebé prematura de 740 gramos que durante unas horas se llamó Marta y hoy relata su historia

Cada año, cerca de 14 millones de bebés nacen de forma prematura en el mundo. Ser un bebé prematuro, es decir, nacer antes de la semana 37 de gestación, supone un gran estrés tanto para el recién nacido como para su familia debido a la inmadurez de sus órganos. Esta cifra representa aproximadamente el 10% de los nacimientos a nivel global, un porcentaje que en España se sitúa en el 8% y en Cataluña en el 6%. Detrás de cada número hay una historia de lucha, como la de María Hernández, quien hoy, a sus 35 años, ha compartido el relato de su llegada al mundo como una bebé de apenas 25 semanas y 740 gramos.

Un viaje a contrarreloj y un pronóstico incierto

El nacimiento de María tuvo lugar hace 35 años, en una época en la que la tecnología y los protocolos para prematuros no estaban tan avanzados como ahora. ‘Ha cambiado muchísimo’, reconoce ella misma al comparar la situación actual con la de entonces. Tras un parto que se adelantó inesperadamente, sus padres tuvieron que emprender un viaje a máxima velocidad desde Sitges hasta Barcelona por la antigua carretera de las costas para llegar al hospital. Con un peso inicial de 912 gramos, que descendió hasta los 740, su pronóstico era una completa incógnita. ‘A mis padres siempre se lo explicaron con mucha incertidumbre’, explica María, destacando el miedo que sintieron sus progenitores ante la extrema fragilidad de la situación.

Mientras su madre se recuperaba, también con un pronóstico delicado tras el parto, su padre vivió horas de angustia esperando noticias. La recién nacida fue llevada directamente a la incubadora, separada de sus padres nada más nacer. ‘Mi padre era el que intentaba enterarse dentro de los médicos que había’, relata Hernández. La desesperación lo llevaba a preguntar constantemente por el estado de su hija, recibiendo respuestas que evidenciaban la gravedad del momento. El personal médico le llegó a decir que la niña ‘está para nena capil·lus’, una expresión catalana para describir algo extremadamente pequeño y delicado. Este recuerdo, transmitido por su familia, refleja la enorme tensión vivida en el hospital de la Mútua de la Bonanova de Barcelona.

Siempre me lo han explicado también un poco como un milagro"

El milagro que le cambió el nombre

La supervivencia de María fue considerada casi un milagro por su familia, un hecho que incluso provocó un cambio en su nombre. Al nacer, no tenía nombre asignado, ya que sus padres dudaban entre Marta y María. ‘Cuando nací, en urgencias, dijeron que me pusieran Marta’, cuenta. Sin embargo, la inesperada supervivencia de la pequeña llevó a sus dos abuelas, ambas llamadas María y muy creyentes, a tomar una decisión. ‘Como dijeron que era un milagro, que yo no existiría y de repente existía, mis dos abuelas, que se llaman María, dijeron que me cambiaban el nombre’, narra. Así, la que por unas horas fue Marta, pasó a llamarse María.

Durante unas horas mi nombre fue Marta y después me lo cambiaron a María"

La huella de la superación

Esta historia de supervivencia ha dejado una huella imborrable en su familia y en la propia María, quien la describe como ‘una gran historia de superación’. Cada año, en su aniversario, su familia no solo celebra su vida, sino que también recuerda ‘todo lo que se sufrió’, convirtiendo la celebración en un homenaje a la vida. Para María, este relato inicial de su vida está marcado por un fuerte ‘sentimiento de separación’, una experiencia que, aunque no recuerda conscientemente, ha formado parte de su identidad. ‘Es la parte de la superación, el ‘casi’, creo que siempre me ha acompañado’, reflexiona sobre una vivencia que define como una ‘continuación feliz’ y no como una historia con un final.

El relato de María Hernández no es solo el recuerdo de un inicio complicado, sino también un testimonio de esperanza. Su abuelo, en un momento de desesperación en la primera noche, llegó a pensar que no sobreviviría. Sin embargo, su historia se convirtió en un ejemplo de resiliencia. La experiencia de ser una ‘bebé prematura’ le ha acompañado siempre, no como un lastre, sino como el primer capítulo de una vida que comenzó contra todo pronóstico. ‘Siempre me lo han explicado también un poco como un milagro’, concluye, resumiendo el sentir de una familia que presenció cómo la fragilidad más extrema se transformaba en fortaleza.