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UN PRESENTE DE AMOR A LA PATRONA DE SEGOVIA

Don Ángel Rubio, Obispo Emérito de la Diócesis, comparte emocionado la entrega de su cruz pectoral a la Virgen de la Fuencisla

Don Ángel Rubio, Obispo Emérito de la Diócesis, comparte emocionado la entrega de su cruz pectoral a la Virgen de la Fuencisla

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 16:35

Como cada año, cuando celebramos la Pascua de Resurrección, el domingo escuchamos la proclamación esperanzadora de que «Jesús ha resucitado». Por eso la Pascua es tan especial, porque nos recuerda que Dios envió a su Hijo al mundo para que, todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna.

Más de un año después seguimos cargando con la cruz de la pandemia, padeciendo, como el Señor en su camino al calvario, su peso y las más graves consecuencias físicas, emocionales y espirituales. También tenemos a esos cirineos que, detrás de un equipo de protección, se desviven por salvar pacientes. Y a esas Verónicas que enjugan las lágrimas del que ha perdido a un ser querido. Al igual que el Hijo del hombre nos demostró que la resurrección es posible, la vuelta a la vida tal y como la conocíamos es posible, si tenemos fe y confianza en que la vacuna es el camino. Ahora es cuando cobra sentido el mayor mensaje de esperanza que podemos lanzar los creyentes: tras la pasión y la muerte, siempre llega la resurrección. Celebremos pues esta Pascua, esta promesa de la vida eterna.

Un día trascendental para los cristianos, el Domingo de Pascua, en el que nos hemos saltado metafóricamente el cierre perimetral para viajar hasta Guadalupe, Extremadura, localidad natal de nuestro Obispo Emérito, donde ha pasado esta segunda Semana Santa tan atípica.

Don Ángel Rubio reside en la actualidad en la casa sacerdotal de Toledo, de cuya Archidiócesis es obispo auxiliar. Allí es donde ha pasado, junto a otros hermanos, la prueba de la Covid-19 de cerca -estuvo contagiado- ya que compartió el sufrimiento de compañeros que partieron a la Casa del Padre. Ha sido un tiempo de padecimiento, de angustia, de dolor… en el que también ha querido acompañar a quienes han sufrido la enfermedad y la pérdida de seres queridos en soledad. Por eso, cada día pide a la Virgen por el fin de la pandemia.

Desde Toledo, y antes de viajar a Guadalupe, Monseñor Rubio pasó por su Diócesis de Segovia para participar de una celebración y un acto simbólico y especial. En Lunes Santo, acompañó a D. César y al resto de la comunidad presbiteral en la Misa Crismal, la Eucaristía más sacerdotal y episcopal de todas las que se celebran en el año. Una celebración que vivió con «gozo y alegría» por poder estar junto a su sucesor y el resto de los sacerdotes, así como por vivirla desde el Altar Mayor, puesto que cuando era pastor de la Diócesis esta celebración tenía lugar en la capilla del Santísimo.

Ese mismo día, por la tarde, tuvo lugar un emotivo acontecimiento en el Santuario de la Fuencisla. Desde que recibiera en marzo la carta de Julio Borreguero, presidente de la Cofradía de Nuestra Señora de la Fuencisla, con una petición muy especial, pensó en que su visita a Segovia sería el momento idóneo para cumplirla. Así, el día de Lunes Santo entregó a la Virgen de la Fuencisla, patrona de la ciudad, la cruz pectoral que ha llevado desde su consagración episcopal.

Allí, en su camarín, don Ángel presenció emocionado cómo una de las camareras colocaba su cruz sobre el pecho de la Madre. Gran carga simbólica la de esta donación, pues la Virgen ya contaba con el báculo episcopal de Monseñor Rubio, quien volvió a coronarla el cuatro de marzo de 2012 tras el robo sacrílego de las coronas. Así, esa cruz a la que nuestro Obispo Emérito besa al levantarse y acostarse está ahora en manos de la patrona de su Diócesis, por cuya intercesión pide cada día y a la que se siente vinculado de por vida.

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