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Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández- "Una espiritualidad de la comunión"

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Ponferrada

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 16 abr 2021

Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga: "Una espiritualidad de la comunión"

"UNA ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNIÓN"

Queridos diocesanos:

Seguimos repasando los perfiles de una espiritualidad propicia para la renovación pastoral, empeño de nuestra Iglesia particular. Hoy nos vamos a detener en la comunión. Hechos a imagen y semejanza del Dios-Trinidad, nuestra plenitud sólo será posible desde la unidad. Por ella oró Jesucristo al Padre (cfr. Jn 17, 21) y con ella se comprometió formando una familia, germen del nuevo Pueblo de Dios (cfr. Mt 13, 13-19). La comunión, por tanto, es esencial a la vida cristiana: “Permaneced en mí –dice Jesús-, como yo en vosotros… Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5).

Desde el principio, la Iglesia naciente aceptó este reto. Lo confirman las palabras de s. Pablo cuando dice que “hemos sido bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres” (1 Cor 12, 12-13). La comunión, por tanto, no responde a una estrategia ofensiva o defensiva, sino que “encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia” (NMI 42). Haciéndola efectiva, se manifiesta como sacramento, como “instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano” (NMI 42). La comunión, en efecto, ha de ser, en primer lugar, con Jesucristo, cuya vida divina nos es comunicada por el bautismo y alimentada en los sacramentos. Pero debe extenderse también a los hermanos.

La espiritualidad de la comunión se topa con el reto del individualismo. El individualismo ha avanzado sin apenas control en paralelo con los avances técnicos y la autonomía personal. Sus secuelas se advierten en todos los campos de la actividad humana, también en el pastoral, donde nos encontramos con un escaso trabajo en equipo y la inexistencia en muchos casos de los órganos de corresponsabilidad pastoral. Este individualismo a veces es grupal: como dice el Papa Francisco, muchos cristianos se identifican con sus grupos, pero no con la Iglesia (cf. EG 98). La comunión se encuentra también con el reto de la división y el enfrentamiento, verdadero escándalo para los no creyentes. Entre comunidades y personas –sigue diciendo el Papa- a veces “consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas… y hasta persecuciones… ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?” (EG 100).

Ante estas situaciones, s. Juan Pablo II nos invita a desarrollar una espiritualidad de la comunión que nos permita descubrir en el hermano el rostro de la Trinidad y a “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión” (NMI 43). Por su parte, el Papa Francisco nos llama a dar un testimonio de comunión que se vuelva atractivo y resplandeciente, a rezar para conseguir la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos (cfr. EG 99) e incluso a orar por aquel con el que estamos irritados, promoviendo así el amor y la evangelización (cfr. EG 101).

No sólo el Señor y la Iglesia nos reclaman cultivar una espiritualidad y una pastoral de la comunión, no sólo ellos nos piden provocar experiencias de pertenencia eclesial, sino que también nos lo exige un signo de los tiempos. En efecto, la mayor parte de la gente que entra y permanece en la Iglesia hoy, lo hace no tanto por las creencias que se comparten en ella, ni por los compromisos que dimanan de su fe, cuanto porque se siente identificada con el grupo humano y eclesial, y esto sólo se logra desde la comunión.

Recibid mi bendición.




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