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Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández- "Estad alegres en el Señor"

Escucha y lee aquí la carta de esta semana del obispo de Astorga

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Ponferrada

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 10 abr 2021

Carta semanal de Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga: "Estad alegres en el Señor" (Flp 4, 4)

"ESTAD ALEGRES EN EL SEÑOR" (Flp 4,4)

Queridos diocesanos:

Estamos atravesando un momento nada propicio para la alegría: han muerto en torno a cien mil personas a causa del coronavirus, miles de familias no han podido acompañar ni despedir como hubieran deseado a sus seres queridos, multitud de trabajadores han quedado o están a punto de quedar en paro, muchas empresas están arruinadas, multitud de personas carecen de hogar, otras muchas viven solas, crecen las colas del hambre…

Pero la infelicidad no es patrimonio del ahora, podemos asegurar que ha acompañado al ser humano a lo largo de toda su historia. Ya en su momento, el apóstol s. Pablo, desde la cárcel, se veía en la necesidad de invitar a la alegría a los cristianos de Filipos: “Estad alegres en el Señor”, les decía. La Palabra de Dios es viva y actual y, por lo tanto, esta invitación ha de seguir resonando hoy también para nosotros. Pero, ¿podemos soñar con la alegría en un contexto cultural en el que la vida humana apenas vale nada, o su valor se equipara al de una máquina o es menos considerado que el de un animal? ¿Es posible alegrarse en un mundo que pretende ignorar y ocultar al Dios del que depende nuestra dignidad y nuestra libertad? En definitiva, ¿es estéticamente aceptable hacer de la alegría un mandato?

A estas alturas de la historia, ya hemos escuchado a algunos pensadores decir que la felicidad es un imposible, que la vida no tiene sentido. Así lo afirmaba J.P. Sartre al calificarla como una pasión inútil. Así lo proclamaba A. Camus para quien el dolor de los inocentes la convertía en absurda. Ambos, teniendo como referentes de sentido la libertad y la justicia, descartaban la felicidad como posible para el mundo y para el hombre. A ambos les faltaba Dios como garantía de salvación.

Llegados a este punto, liberados de las utopías que la modernidad tejió de espaldas a Dios, tenemos que reconocer que sólo de lo Alto nos podrá llover este don decisivo, que sólo si Alguien nos lo regala podremos disfrutarlo. Naturalmente, nos estamos refiriendo a una alegría con peso, a una alegría existencial, no a la que nace del pasa-tiempos o de la evasión descontrolada.

El profeta Sofonías nos recuerda que “el Señor… ha expulsado a los enemigos” (Sf 3, 15), dándonos así una razón poderosa para creer en la posibilidad de ser felices. En efecto, en Cristo muerto y resucitado hemos sido liberados de unos enemigos imbatibles hasta entonces: el pecado y la muerte. Por lo tanto, sólo el Señor ha podido y podrá hacernos felices. En este mismo sentido, el Papa Francisco nos recuerda que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1). Cuando la persona experimenta el amor de Dios, siente dentro una serenidad, una paz que nada ni nadie pueden quebrantar y que, sin suprimir el sufrimiento, le da sentido y le abre a la esperanza.

Recibid mi bendición.



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