La Asunción de María, el camino para la plenitud en la eternidad

Mensaje del arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para el domingo 15 de agosto de 2021

Mario Iceta, arzobispo de Burgos

Redacción digital

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, el Amor con mayu?sculas sublima la existencia. Hoy, vuelve a exultar de gozo aquel Nin?o encerrado en el seno materno. Hoy, la Virgen Mari?a sube gloriosa al Cielo. La Madre de Dios y nuestra, inmaculada en su concepcio?n, vence al pecado y a la muerte. Y lo hace para siempre. La glorificacio?n de su cuerpo virginal –a imitacio?n de su Hijo u?nico Jesucristo– nos recuerda, como dijo el apo?stol de los gentiles, que «la muerte ha sido absorbida en la victoria» Hoy, desde lo ma?s profundo de la intimidad de Mari?a, desde lo ma?s insondable de su silencio, «brota ese ca?ntico que expresa toda la verdad del gran misterio». Asi? lo expreso? el Papa san Juan Pablo II, un gigante de Dios, en una homili?a pronunciada en la iglesia de Santo Toma?s de Villanueva (Castelgandolgfo), en 1979. Alli?, en el umbral de la eternidad, tras el encuentro admirable del Magni?ficat, destaco? que la inmensidad de ese ca?ntico «anuncia la historia de la salvacio?n y manifiesta el corazo?n de la Madre: “Mi alma engrandece al Sen?or” (Lc 1, 46)». Por ello, en el momento en que se clausura su peregrinaje terreno, «brota de nuevo del corazo?n de Mari?a el ca?ntico de salvacio?n y de gracia: el ca?ntico de la asuncio?n al cielo».

La Iglesia pone de nuevo en boca de la Asunta, Madre de Dios y nuestra, el Magni?ficat, testamento espiritual donde hemos de postrar cada resquicio de nuestra fe. Ahora, como hijos, disci?pulos y peregrinos, llenos de un profundo gozo en el seno de la eternidad, queremos de permanecer exultantes en Su presencia, porque el Poderoso ha hecho en nosotros –endebles y quebradizas vasijas de barro– maravillas (Lc 1, 47-49). Un amor que se derrama inco?lume en el Cordero de Dios, en esa inmensa misericordia que se esparce de generacio?n en generacio?n (Lc 1, 50).

La Asuncio?n de Mari?a nos muestra el horizonte que conduce a la plenitud en la eternidad. Ella, elegida para ser Madre del Verbo Encarnado, mora –del primero al u?ltimo latido– en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espi?ritu Santo: el seno de la Santi?sima Trinidad. Con el misterio de la Asuncio?n que hoy se revela en toda su grandeza, la Madre de Dios y nuestra, libre de la corrupcio?n del sepulcro, libera los retazos que lastiman nuestra plegaria. Con este sentir, fijamos nuestra mirada en la morada definitiva desde donde Ella ahora nos contempla: junto al Padre, en la gloria de la Resurreccio?n. Hoy, con la Asuncio?n, que es la unio?n definitiva con Dios, celebramos una gran fiesta de la fe. Ella, elevada a la gloria del Cielo, nos abre el paso y nos alumbra el camino, para que en la duda, el peligro o la tribulacio?n podamos gritar –con la Esposa del Cantar de los Cantares– «Lle?vame en pos de ti: ¡Correremos tras el olor de tus perfumes!» (Ct 1,3-4), y decir «Dios te salve, Mari?a, llena de gracia» (Lc 1, 28) y sentir co?mo su fuego contagia nuestro corazo?n de ternura. Ella lo enciende para que nosotros prendamos el mundo de su gloriosa presencia. Su amor nos precede, y su mirada bienaventurada nos indica el corazo?n del Cielo: la preciosa meta hacia la que todos nos encaminamos.

Con gran afecto, os deseo un feliz di?a de la Asuncio?n de nuestra Madre.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

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