20 años del incendio de Guadalajara: "Que hubieran dado la cara, así podría cerrar la herida"
Escucha la entrevista en COPE Guadalajara a Carmen, viuda de Jesús Ángel Jubrías, uno de los 11 fallecidos en el incendio de La Riba de Saelices hace ya 20 años.

Guadalajara - Publicado el
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El 17 de julio de 2005, España entera miraba con preocupación el humo negro que salía de los pinares del Ducado, y más concretamente, del Valle de los Milagros. Allí, 11 personas perdieron la vida bajo las llamas en el que es el incendio forestal más mortal del siglo XXI en nuestro país. Eran el retén de Cogolludo, y en ese punto ahora hay una placa con sus nombres: Manuel Manteca, Luis Solano, Sergio Casado, Marcos Martínez, Julio Ramos, María Mercedes Vives, Jesús Ángel Jubrías, Alberto Cemillán, José Ródenas, Jorge César Martínez y Pedro Almansilla. Murieron rodeados por las llamas en un incendio que se comió 13 mil hectáreas de monte, 3 mil de ellas en el Parque Natural del Alto Tajo.
Carmen de la Peña es la viuda de Jesús Ángel Jubrías. Desde que su marido entró a las llamas hace veinte años, el tiempo no ha pasado igual para nosotros que para ella. “No se hizo todo bien”, explica. “Por eso el dolor es doble”.

20 aniversario del incendio de Guadalajara: ¿qué hemos aprendido?
Ese 17 de julio de hace 20 años, Carmen estaba en Jadraque. Aquella mañana, Jesús Ángel madrugaba mucho para irse con los compañeros del retén y no se despidió de su mujer para no despertarla. “Yo se lo había pedido, que ni me diera los buenos días”, recuerda Carmen. “Luego me arrepentí”. A Jesús Ángel le recogió Jorge César Martínez. Se turnaban las semanas para coger el coche. Ninguno volvió a casa.
El fuego comenzó por una barbacoa. Unos excursionistas que venían de ver los grabados rupestres de la Cueva de los Casares encendieron un fuego en las barbacoas fijas instaladas por la Junta de Castilla-La Mancha. Eran alrededor de las dos de la tarde cuando una pavesa, una chispa, un descuido acrecentado por la sequedad y el viento, prendieron fuego al monte.
“Nosotros no pensábamos que hubiera salido el retén de Cogolludo porque esa no era su zona”, dice Carmen. Aun así, la duda estaba, y pasó la tarde llamando a la Delegación. No fue hasta pasado el mediodía que le avisaron que Jesús Abad, el único superviviente del retén, estaba en el hospital. Ahí fue “la primera noticia que tuvimos de que había ido el retén de Cogolludo”. Sin embargo, el rumor corrió más que la administración y la gente empezó a comentar. “Ya se oía, ahí en la calle, ahí en… así me enteré yo”.
“Me enteré en la calle, nadie nos dijo nada”
Cuando a Carmen le preguntas por cómo la ha tratado la administración, le entra la risa sin poder evitarlo. No es que le haga gracia; es la respuesta a una indignación que dura dos décadas. “Nadie se ha puesto delante de nosotros”, dice, “que es lo que tenían que haber hecho. Reconocer que se les fue de las manos”. A veces solo se necesita eso, y que “se pongan delante de mí y nos dé la cara, y así podría cerrar mi herida”.
Tuvieron que morir para que se reaccionara ante el virulento incendio. Es la premisa que Carmen y los familiares mantienen. “El incendio lo apagaron a raíz de que había once personas muertas”, asegura. “El incendio era un incendio dejado”.
Carmen tardó 15 años en poder subir al monte donde su marido murió aquel 17 de julio. Ahora lo hace más a menudo: “Al principio fue duro, ahora reconforta”. Durante este tiempo, la vida de Carmen ha continuado. No hay pausas cuando se trata de la vida, y hasta en los momentos más duros el ritmo sigue a la misma velocidad de siempre. Dos décadas después, sus hijos ya han crecido, e incluso la han hecho abuela. “Estoy bien, sigo con lo mío, tengo a gente que desde el minuto uno ha estado conmigo”.
“Gracias por recordarlos”, dice Carmen. No es que tema que nos olvidemos de ellos, pero sí quiere que, cuando llegue el día, pase el tiempo que pase, “sigamos recordándoles. Creo que se lo merecen”.