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El Maestro en el recuerdo

Creador y Criador

El festival del Cotolengo casi llenó Albacete. Dámaso cito a la afición y a las figuras. El creó el festival y fue un novillo de su ganadería el que puso la tarde a la altura merecida

Imagen de archivo de una anterior edición del festival taurino del Cotolengo de Albacete

Imagen de archivo de una anterior edición del festival taurino del Cotolengo de Albacete

Julio Martínez Romero

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 08:49

Creador fue Dámaso de este festival que tanto le reporta al Cotolengo y que a tantas personas da de comer. Criador de toros es desde que le dio la gana. Lo de buena persona sobra decirlo. Filántropo del toreo, maestro de maestros y torero de toreros. Las figuras tenían que venir a despedirle delante del toro. El festival no estuvo a la altura. Pero Dámaso no fue persona de grandes acontecimientos.

A la altura siempre estuvo él. Calvinista de mentalidad y bondadoso de profesión. De hobby escogió el toreo. Le costó al principio. Sus valores y su muleta decimonónica no terminaron de cuajar entre aquellos que se hacían –y se hacen- llamar entendidos. Las plumas más prestigiosas de la época no veían en el bravo torero manchego nada reseñable. Al final acabaron rendidos. Todos se redimieron ante la grandeza del que antaño fue “El Lechero”.

Una noche de agosto se apagó su vida. Como el cigarro que pisaba cada tarde en su barrera y cada día en Los Prados. La mañana del 26 de agosto amaneció gris. Rara avis en esa época. Extraño fue despertar sabiendo que el maestro se había ido. El día 27 colmó cualquier expectativa. Albacete entera se volcó. La gente en general y el toreo en particular pusieron el “no hay billetes” en el trayecto que va de la plaza de toros –que debería anunciarse como coso de Dámaso González- hacia La Catedral.

Las nubes surcaron aquella mañana veraniega y las gotas las pusimos los que vivimos la despedida. Se fue entre lágrimas y gritos de torero. Faltaba la despedida en la plaza, donde se hizo leyenda. En su plaza. Albacete casi se llenó. Las figuras acudieron a la citación póstuma del maestro. Los toreros de tronío vinieron a donar su celebridad al Cotolengo.

Dámaso no puso la primera piedra, pero constituyó y presidió la argamasa que dio forma a tamaña institución. El Cotolengo, que tanto ha dado a Albacete y que se ha nutrido de la solidaridad y los valores del arte de Cúchares. Desde hoy, la estampa de Dámaso González Carrasco debería tutelar el escudo de la entidad. Corporación que tanto le debe al maestro y por la que él lucho a tumba abierta.

Para mas inri, el único astado –con permiso del de Capea- que estuvo a la altura de semejante, desde ya, efeméride fue de su ganadería. Con dos años y cuatro meses, el enclenque “Oscurillo” cerró la tediosa tarde para darle el gusto a un chaval que ha crecido en casa del maestro. Un animal con la sangre de Dámaso. Un cornigacho que puso a la plaza en pie con permiso de las muñecas de José Fernando Molina, novillero de Albacete que apunta maneras y que se emocionó recordando al que fue y será su mentor.

La figura de Dámaso González se agigantó de luces y se hizo humana día a día. Se preguntaba Laura Norton por si las guapas son conscientes de que el mundo es mucho más amable con ellas que con el resto. Me pregunto yo si existe alguien en el mundo que no quisiera y quiera a Dámaso. Bendito seas maestro y bendito es el fruto de tu bondad. El Cotolengo te debe su existencia, el toreo te llora y la afición te extraña. La historia da gracias de haber poseído una persona de tal entidad. ¡Viva Dámaso González!

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