El Patronato de Altamira reabrió las visitas a la cueva original en 2020, tras casi 20 años de impedir su entrada al público en general para evitar el deterioro de las pinturas. En aquel momento se generó una lista de más de 3.000 personas que quería visitar la cueva original. En aquella lista se apuntó Estela Izquierdo, una joven estudiante de turismo para quien entrar en la cueva, era una necesidad especial.

La reacción de Elena, al entrar en la cueva tras 20 años de espera

“Nunca perdí la esperanza de entrar” ha reconocido Estela en COPE Cantabria que más de 20 años después consiguió, junto a su marido y a otras tres personas, más acceder al interior el pasado 30 de diciembre.

“Fue un momento mágico. Había oído que hay un antes y un después de entrar en la cueva y puedo decir que es verdad” cuenta Estela emocionada.

Las visitas duran ocho minutos, “ocho minutos mágicos”, y el visitante viste un mono con gorro, mascarilla y calzado especial. Todos los parámetros que puedan afectar a las pinturas se monitorizan: temperatura, niveles de oxígeno y CO?, “no puedes tocar absolutamente nada”.

Máximo control para evitar lo que sucedió en su día y provocó el cierre de la cueva: las oscilaciones de temperatura y humedad debido al exceso de visitas puso en riesgo la conservación de las pinturas.

Altamira es considerada la 'Capilla Sixtina' del arte rupestre a nivel mundial. Los bisontes pintados en su sala principal fueron el primer hallazgo de arte rupestre del Paleolítico superior en el mundo. Su descubrimiento, la calidad pictórica y el excelente estado de conservación fueron tan impresionantes que pasaron más de 25 años en los que el mundo académico negó la autenticidad de las pinturas.

Para Estela han sido 20 años de espera que han merecido la pena. “El brillo de la cueva, nada más entrar, ya te deja sin palabras. Parece que toda ella ha sido pintada con alguna pintura brillante”. Un brillo que se debe a las bacterias existentes en el interior de la cavidad. Precisamente, el Museo de Altamira lleva décadas combatiendo el deterioro de las pinturas que alberga la cueva. Algo que no pasa exclusivamente por controlar el acceso del público a su interior, sino también por mantener a raya el efecto nocivo que causa el goteo de agua y la acción de las bacterias.

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LOS SECRETOS DE ALTAMIRA

La cueva de Altamira fue descubierta en 1868 por un tejero asturiano llamado Modesto Cobielles Pérez, quien yendo de caza encontró la entrada al intentar liberar a su perro, que estaba atrapado entre las grietas de unas rocas por perseguir a una presa.En aquel momento, la noticia del descubrimiento de una cueva no tuvo la menor transcendencia entre el vecindario de la zona, ya que es un terreno kárstico, caracterizado por poseer ya miles de grutas, por lo que el descubrimiento de una más no supuso ninguna novedad.

Tres o cuatro años después, en el verano de 1879, Marcelino Sáenz de Sautuola visitó por segunda vez a Altamira, en esta ocasión acompañado por su hija María Sanz de Sautuola y Escalante, de cinco años de edad.Tenía interés en excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de huesos y sílex, como los objetos que había visto en la Exposición Universal de París de 1878.

El descubrimiento de las pinturas rupestres lo realizó, en realidad, la niña. Mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, ella se adentró hasta llegar a una sala lateral. Allí vio unas pinturas en el techo y corrió a decírselo a su padre. Sautuola quedó sorprendido al contemplar el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la casi totalidad de la bóveda.

Una bóveda, la sala poli cromada, que dice Estela, emana una energía especial que hace conectar con uno mismo.