La tinerfeña Elisabeth Laker ha sido un ejemplo de superación que la ha llevado de sufrir bullying en el colegio por su discapacidad cognitiva a alzar el título de Miss España el pasado 13 de marzo en la localidad de Salou. La modelo repasó en los micrófonos de Herrera en COPE Tenerife, las dificultades que ha tenido a lo largo de su vida, durante la cual se esforzó enormemente para superar todos los obstáculos que se le pusieron por delante.

Su discapacidad no se puede categorizar y vino dada porque no se desarrolló del todo dentro del vientre de su madre, motivo que le acarreó problemas a la hora de aprender, leer y escribir. Tuvo que trabajar con expertos durante mucho tiempo para adquirir un nivel que le permitiera ir poco a poco sacando asignaturas en la universidad, obviando los comentarios de sus compañeros y algunos profesores.

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De pequeña sufrió bullying por parte de sus compañeros de clase y lo sorprendente de todo esto es como recuerda lo sucedido. Lejos de culpar unas actitudes que le hicieron mucho daño, trató de entender por qué se produjeron, orientándolo a que los niños estaban en unas edades donde no tienen desarrolla su capacidad empática, al igual que no eran suficientemente conscientes del daño que hacían. "Se reían de mí porque decían que era tonta y tenía algún que otro profesor que también opinaba igual".

Fue tal el menosprecio, que también utilizaban su género para meterse con ella, "me dijeron que no servía para nada y que menos mal que era una mujer y que siempre me podía casar y quedarme en casa". Unas declaraciones que distan mucho de los valores que se pretenden transmitir en la sociedad actual.

El apoyo de su familia ha sido clave en su infancia, ya que gracias a ellos consiguió esa mentalidad luchadora. Su situación ha provocado infinidad de comentarios en redes sociales que han visto en Elisabeth una modelo a seguir en la que se ven reflejados. "Quiero ser una inspiración para que se den cuenta de que uno puede tener una mala etapa en la vida, pero que no le marca el futuro". Al final, la moraleja de esta historia se encuentra en que los límites los marca uno mismo.