CORONAVIRUS
200 voluntarias cosen más de 4.000 mascarillas solidarias en Canarias
Han entregado el material de protección a personal sanitario, empleados de supermercados, trabajadores de residencias de mayores, taxistas y particulares

Mascarillas solidarias
Madrid - Publicado el
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El Plan de Transición hacia la nueva normalidad anunciado por el Gobierno central ha reactivado la demanda de mascarillas en Canarias, pero también la solidaridad de las más de doscientas costureras que forman parte de la iniciativa ‘Mascarillas solidarias canarias’.
El proyecto surgió gracias a una colaboración un tanto atípica, la de Ana Darias, química, con Esther Alfonso, violinista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, dos compañeras de colegio que volvieron a reencontrarse hace algunos años a través de las redes sociales.
Darias, trabajadora de la Asociación Canaria de Alergias Alimentarias, explica que decidió exponer la idea a Esther tras comprobar cómo la pandemia del coronavirus limitaba el acceso a las mascarillas a pacientes alérgicos, inmunodeprimidos y asmáticos, colectivos más vulnerables al Covid-19 y “que utilizan mascarilla de forma habitual a lo largo de todo el año”.
No obstante, tras una “abrumadora avalancha” de peticiones, y de solidaridad por parte de las costureras voluntarias, lo que comenzó siendo una iniciativa para un colectivo específico ha terminado abierto a toda la población: hospitales, personal de supermercados, residencias de mayores, asilos, asociaciones, taxistas y particulares.
A día de hoy, ‘Mascarillas solidarias canarias’ cuenta con más de doscientas costureras repartidas por el archipiélago, y juntas han fabricado y distribuido más de 4.000 cubrebocas. “Y quizá me quede corta”, añade Darias.
La fundadora asegura que los patrones de sus mascarillas (hechas con tela de algodón cien por cien de doble capa y con bolsillo), están “más que comprobados”, y que también se ha confirmado su eficacia y durabilidad después de los lavados.
No obstante, no son mascarillas de protección personal, sino que están diseñadas para filtrar las partículas emitidas por el usuario durante la respiración, impidiendo así que estas lleguen al exterior.
Al principio, explica Darias, varias empresas les donaron “un poquito de material”, como telas y bobinas de hilo, pero ahora, la mayor parte de las ayudas provienen de donaciones de hospitales, “que nos dan sábanas cuando les entregamos las mascarillas”, así como de particulares, “que han llegado incluso a quitar las cortinas de sus casas”.
En varias ocasiones, las costureras también se han visto obligadas a comprar material con su propio dinero. Se organizan a través de Whatsapp, en donde ordenan vaquitas de diez euros por persona, aunque por el momento, todos los pedidos se van cubriendo “bien y en tiempo”. Las costureras “son unas máquinas”, subraya Darias, orgullosa.
Una de esas “máquinas” es Raquel, trabajadora de la Consejería de Educación en el departamento de informática, y amante incondicional de la costura.
La artesana asegura que siempre le gustó coser y que nunca perdió el hábito, aunque reconoce que llegó a llorar mientras cosía sus primeras mascarillas. “Me decía a mí misma, esto no puede ser, debería estar cosiendo una colcha, algo, otra cosa”, relata.
Dada su destreza, Raquel es capaz de hacer una mascarilla en diez minutos (lo que supone unos cinco cubrebocas a la hora), y a día de hoy ya ha confeccionado casi 700 unidades.
En relación al Plan de transición hacia la nueva normalidad, tanto Darias como Raquel coinciden en que quizá se debería esperar un poco más. “Que haya un repunte del coronavirus me da un terror horroroso. Pánico”, confiesa Raquel.
Darias, por su parte, sostiene que se está haciendo una desescalada de actividades, pero no de personas, “porque estamos saliendo todos al mismo tiempo”.
A este respecto, la fundadora incide en que no se han hecho test masivos a la población, con lo cual “no podemos saber la cantidad de personas asintomáticas que existen”.
Además, que “solo haya cuatro días de diferencia entre la salida de los niños y la salida de los adultos es un poco extraño, porque no sabemos si ha funcionado o no”, sentencia.