Un milagro que salvó a los Tercios y el capitán jacetano que quiso conquistar el honor y a su amor

La historia de la Inmaculada y las sorprendentes aventuras de Lupercio Latrás, el jacetano que pasó de bandolero a capitán de los Tercios y espía del rey

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el

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La celebración del Día de la Inmaculada Concepción, patrona de la Infantería, vuelve a situar a Jaca en el centro de una tradición militar con siglos de historia. Misa en la Catedral, acto solemne en la Ciudadela y parada militar acompañan una efeméride cuyo origen está marcado por un episodio casi legendario: el milagro de Empel. Y entre las figuras que asoman al repasar aquellos siglos convulsos destaca un nombre propio, el del jacetano Lupercio Latrás, cuyo recorrido vital parece escrito para una novela de aventuras. Un relato recuperado en esta ocasión por Juan Carlos Moreno, de la Asociación Sancho Ramírez.  

El milagro de Empel: cuando el hielo cambió la historia  

El milagro de Empel, ocurrido entre el 2 y el 8 de diciembre de 1585 durante la Guerra de los Ochenta Años. Atrapados y cercados por fuerzas holandesas en una isla del río Mosa, los Tercios españoles, comandados por Francisco Arias de Bobadilla, se encontraban al borde del desastre. La aparición de una tabla con la imagen de la Inmaculada Concepción fue interpretada como un signo divino en medio de la desesperación. 

Aquella misma noche, un brusco descenso térmico heló las aguas que impedían su escape. Los soldados españoles avanzaron sobre el hielo, sorprendieron al enemigo y lograron una victoria tan inesperada que los propios holandeses terminaron diciendo que “Dios debe de ser español”.

Lupercio LatrÁs: bandolero, capitán de los Tercios y espía del rey  

En el repaso por la historia militar vinculada a Jaca aparece una figura fascinante: Lupercio Latrás, nacido en Hecho pero criado en Jaca. Su vida encadena honores, tragedias, persecuciones, ascensos y amores imposibles

Latras provenía de una familia con prestigio: su antepasado Martín Pérez de Latras fue un héroe en la guerra de los Dos Pedros, y en el siglo XVI sus hermanos Pedro y Francisco combatieron en Flandes y en Lepanto. Sin embargo, Lupercio tuvo un carácter tan impulsivo como temerario. Tras verse envuelto en altercados que acabaron con varias muertes, su apellido lo protegió hasta que dejó de hacerlo.

Intentó mediar en disputas locales, se enamoró sin ser correspondido por falta de fortuna y, acorralado por la ley, tomó una decisión radical: alistarse en los Tercios “por amor y por honor”.

Del Pirineo a Sicilia: ascensos, batallas y viajes imposibles  

Lupercio embarcó en Tarragona rumbo a Sicilia en un trayecto que duró tres meses y que hoy resultaría inimaginable. Allí sentó plaza como capitán, probablemente bajo el mando de Julián Romero, uno de los grandes maestros de campo del Tercio de Sicilia, antecedente del actual regimiento de Jaca

El jacetano llegó a realizar varias campañas y tres viajes a Roma para pedir perdón al Papa por sus crímenes. Lo logró. Permaneció cuatro años intentando ascender a maestre de campo, rango que prometía dinero y estatus suficientes como para regresar y casarse con su amada. Pero los ascensos no llegaron y muchos soldados debían ser pagados de su propio bolsillo, algo habitual en los Tercios.

Sin recompensa y con deudas, decidió volver a España. Una tormenta desvió su barco hasta Portugal antes de poder regresar a Jaca. Y allí descubrió que su prima, el amor de su vida, lo rechazaba de nuevo. Su fama de hombre violento había acabado por pesar más que sus méritos militares.