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Lidiia, refugiada ucraniana: "Buscamos trabajo y colegio para mis nietos, en mi ciudad ya no nos queda nada"

Tras nueve días de huida en coche cruzando Europa y después de ver arrasada su ciudad, Jarkov, Lidiia quiere empezar una nueva vida junto a su hija y sus nietos

Irene Ramos
Coordinadora Digital de COPE Andalucía y redactora en COPE Sevilla

Sevilla

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:10

La invasión rusa de Ucrania sorprendió a Lidiia Pidbutska de vacaciones en su ciudad, Jarkov, donde pasaba unos días con su familia. Allí vio cómo las bombas lo destrozaban todo, vio caer edificios completos y a gente esconderse en sótanos de donde no se sabía cuándo iban a poder salir.

Lidiia decidió huir de esa barbarie y no lo hizo sola. Su hija Oxana y sus nietos Albina de 11 años y Ratmir de 9 salieron de su hogar casi con lo puesto. Apenas les dio tiempo a coger lo imprescindible, "las bombas se oían alrededor, corrí hacia el coche y me caí", lo más importante que tenemos es "la vida" así que "no esperamos más, lo dejamos todo atrás, mi casa nueva, la casa de mi hija , todas nuestras cosas " relata Lidiia.

Su ciudad Jarkov ha sido duramente golpeada por la ofensiva rusa y aunque ella está a salvo con su hija y sus nietos, la huida no ha sido fácil. En Jarkov "había atascos, accidentes de tráfico" de tantas personas que trataban de salir a la vez y por las mismas carreteras . Sabe que otros tuvieron menos suerte, como una familia amiga de su hija Oxana, que también trataba de huir, pero que falleció en el coche al ser alcanzado el vehículo por los bombardeos.

Para ponerse a salvo Oxana tuvo que conducir durante nueve días , horas y horas seguidad, con pequeñas paradas para poder descansar . Liidia cuenta a COPE que cuando cruzaban Polonia nada más abandonar su país, temblaban al escuchar un avión, aunque ya estuvieran fuera de peligro y lejos de los bombardeos, porque recordaban lo que acababan de sufrir en su tierra.

Cruzaron Europa de día y de noche y por el camino encontraron personas solidarias que les ofrecían un plato de comida y a veces un lugar donde dormir. Su objetivo era llegar a Sevilla donde Lidiia vive desde hace trece años y donde ha trabajado cuidando niños y personas mayores.

Atrás dejaban un país maltrecho, una ciudad arrasada donde "ya no quedan edificios" y a toda su familia. Lidiia apenas duerme de noche. Su hijo militar se ha quedado en Ucrania defendiendo a su país . Su otra hija no ha querido marcharse para no separarse de su marido. Sus nietos de 9 y 11 años lloraban todo el camino. Su padre , el marido de Oxana se ha quedado en Ucrania. Los hombres "ya no pueden salir de mi país, la aduana está cerrada para ellos, a mis nietos les dijimos que en unos días viene su padre, ¿qué otra cosa podíamos hacer?".

Llegaron a Sevilla tras el largo viaje y encontraron que en la Fundación Madre Trinidad, en el centro de Sevilla, había un pequeño oasis, un hogar preparado para ellas. Después del miedo , del cansancio , a pesar de tener el corazón en Ucrania y de vivir pendientes del teléfono, por fin pudieron sonreír.

Los encargados de gestionar este pequeño oasis son Lázaro y Begoña. Ellos dirigen la comunidad donde viven de manera permanente quince mujeres de avanzada edad en pequeños apartamentos pero que hacen vida en zonas comunes como el comedor, los salones o los patios.

Son una pequeña gran familia que celebra cumpleaños de las residentes adornando las mesas del comedor con globos de colores y en forma de corazones. En la Fundación hay hasta una sala con butacas y pantalla donde se puede proyectar cine y capillas donde se celebra Misa.

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Por los pasillos y los patios pasean las vecinas que aceptan con absoluta normalidad a los nuevos miembros de esta comunidad.

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Lidiia , Oxana y los niños no van a ser los únicos nuevos vecinos. En sólo unos días está previsto que lleguen más mujeres acompañadas de sus hijos y al menos seis niños con edades entre los tres y los 14 años recorrerán los patios y otras zonas comunes de de las instalaciones.

No hablan español pero no será ningún impedimento. El lenguaje universal es capaz de hacer milagros y las sonrisas y las ganas de todos los miembros de la Fundación Madre Trinidad harán posible que madres y niños se sientan como si estuvieran en casa.


Su futuro está en España


La vida de Lidiia como la de otros ucranianos ha cambidado de manera radical y es difícil que puedan olvidar todo lo que han visto y han vivido, lo que sigue ocurriendo en su país, "tanta destrucción , tanta muerte que no entiendo, ataques a niños, a familias".

Pero mantienen la ilusión, y tienen claro que no hay tiempo que perder. Por eso ya piensan en el futuro. Un futuro que quieren que sea en España.Y apenas un día y medio después de llegar a Sevilla Lidiia ya busca trabajo, para ella y para su hija que es abogada y que en su país tenía un despacho con su marido llamado "Giralda".

Ahora que hemos llegado a Sevilla "queremos quedarnos aquí. Oxana tiene que aprender el idioma, quiero me mis nietos también puedan estudiar en los colegios de España, en mi país ya no nos queda nada, todo está destruido, no quedan casas y la ciudad no existe".

Lidiia sabe que tienen que volver a empezar pero agradece a España y a Sevilla que se lo estén poniendo tan fácil, que les estén ofreciendo tanto apoyo y tanta solidaridad para poder seguir adelante.




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