El capellán que guarda los secretos más profundos de los presos: “En prisión escucho verdades que ni los jueces ni la policía conocen”
Durante los cincuenta y tres años como sacerdote de Pedro Fernández ha escuchado miles de confesiones, algunas de las más duras han sido en prisión

Málaga - Publicado el
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El sacerdote trinitario Pedro Fernández Alejo ha cruzado las puertas de prisiones de toda España con un mismo propósito: escuchar, acompañar y consolar. Su historia empezó en 1980 en la antigua cárcel de Carabanchel (Madrid), un lugar duro y sobrepoblado con más de 2.500 internos. Allí, en medio del ruido metálico de los cerrojos, descubrió que su misión no era juzgar, sino acercarse a los presos desde la misericordia.
Hoy, con cincuenta y tres años de sacerdocio y más de cuatro décadas de trabajo penitenciario, continúa su labor como capellán en las cárceles de Alhaurín de la Torre y Archidona (Málaga), donde sigue cumpliendo su vocación con la serenidad de quien ha aprendido a mirar al ser humano más allá del delito. “Evangelizar en la cárcel tiene que ser por vocación. Nadie elige este camino si no siente una llamada muy concreta”, explica Fernández Alejo en los micrófonos de COPE Más Málaga. “Yo soy trinitario, y nuestro carisma fundacional, desde 1198, es la redención de los cautivos. De ahí nace mi misión.”

El sacerdote trinitario Pedro Fernández Alejo
el poder de saber escuchar
Pedro Fernández Alejo lo resume en COPE con tres palabras: presencia, escucha y acompañamiento. “La cárcel es un medio violento, muchas veces inhumano. Por eso lo más importante es escuchar. Escuchar su grito, su lamento, sus lloros, sus angustias. No vamos a juzgar, sino a acompañar.”
Con su voz grave y pausada (bonita voz, por cierto, para la radio) este capellán transmite paz, tranquilidad y experiencia. No es de extrañar que los internos, especialmente los que ingresan en la cárcel por primera vez, encuentren en él un pilar al que sujetarse. Su presencia se convierte, muchas veces, en el único espacio de confianza que encuentran los presos. “Cuando alguien te escucha sin juzgarte, empieza la curación interior. Muchos cargan con culpas, con miedo, con remordimientos… necesitan hablar, necesitan ser mirados sin desprecio.”
"A veces pienso que yo aprendo más de ellos que ellos de mí. Porque en medio del dolor hay una humanidad enorme. Yo solo soy un testigo privilegiado de esa verdad.”
El capellán admite que, aunque su labor pueda parecer parecida a la de un psicólogo, la diferencia está en la fe. “Nosotros llegamos al corazón, no a la mente. No gestionamos desde la psicología, sino desde Jesucristo. Él escuchaba, comprendía, perdonaba y sanaba. Esa es nuestra referencia”, concluye.
CUANDO SE ESCUCHA LO QUE NO HA DESCUBIERTO LA POLICÍA
En su larga trayectoria este capellán ha escuchado confesiones imposibles de olvidar. Algunas son historias de arrepentimiento; otras, verdades ocultas que nunca saldrán a la luz. Confiesa que escucha la verdadera realidad de la vida de muchísimos presos. Verdades que no siempre salen, que la policía no ha descubierto, que ni siquiera conocen los tribunales. “Y tenemos el privilegio, y el deber, de guardar silencio”.
Ese silencio, explica, no es complicidad, sino una forma de respeto hacia la conciencia del preso: “Tenemos el sagrado deber del silencio. Es el secreto profesional, pero también el secreto de la conciencia. No todo lo que nos cuentan son confesiones sacramentales, pero cada encuentro con un preso es, de algún modo, una confesión.”
En esos encuentros, dice, se entremezclan culpa, dolor, arrepentimiento y esperanza. A veces el reo reconoce delitos nunca esclarecidos. Otras, asegura su inocencia con la misma intensidad. “Hay verdades que ni siquiera los jueces conocen, y también hay condenas injustas. Pero yo no soy juez ni fiscal. Yo solo escucho su dolor, le acompaño y le invito a mirarse a sí mismo”, resume Pedro Fernández Alejo, delegado de Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Málaga.

En esos encuentros, según el capellán, se entremezclan culpa, dolor, arrepentimiento y esperanza
“¿Cómo se duerme después de escuchar algo así?”, preguntamos durante la entrevista en COPE MÁS Málaga. “Duermo tranquilo. Mi tarea no es investigar ni denunciar. Para eso están los jueces y los fiscales. Mi misión es salvar su persona, ayudarle a reconocer el daño que ha hecho y a iniciar un camino nuevo.” Seguidamente, el capellán reconoce que, en ocasiones, no sabe si lo que le cuentan es cierto o inventado. “A veces se inventan cosas, a veces ocultan. Yo tengo que respetar su conciencia. No soy ningún juez, solo un acompañante. Si me mienten, se engañan a sí mismos, no a mí.”
EN LA CÁRCEL HAY GENTE BUENA Y GENTE MALA
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A lo largo de las cuatro décadas que ha trabajado en prisiones ha conocido miles de historias y de rostros. Muchos, dice, son personas buenas que cometieron un error. “La cárcel es el reflejo de la sociedad. En ella hay personas maravillosas y también malas. Hay quien aprovecha la experiencia para transformarse, y hay quien se hunde. Pero la cárcel puede ser también una oportunidad.” Fernández Alejo insiste en que no todos los que están dentro son perversos, ni todos los que están fuera son buenos.
“Algunos presos, en su soledad, en su dolor, encuentran la fe y cambian radicalmente. He visto a personas durísimas romperse y pedir perdón públicamente ante sus compañeros.” Y es ahí, asegura, donde el trabajo del capellán cobra sentido. “Nuestra labor es ofrecer esperanza. Mostrar el rostro de Cristo, el que escucha, comprende y perdona.”
EL CAPELLÁN QUE NO PIENSA EN JUBILARSE
A sus más de setenta años de vida, este sacerdote no piensa en retirarse. “La vocación nunca se jubila. Solo dejaría de hacerlo si mi cuerpo ya no me permitiera moverme o hablar. Mientras pueda servir, seguiré entrando en la cárcel cada día.” Cuando recuerda los años de Carabanchel, su voz se vuelve grave aún: “Fueron tiempos muy duros, con violencia, con hacinamiento, con 2.500 presos. Pero también fueron años de fe intensa. Aprendí a mirar a los demás con los ojos de Dios.”
Su trabajo no se limita al interior de las prisiones. También acompaña a las familias de los internos, muchas veces invisibles, que sufren en silencio. “Las familias viven una cárcel paralela. La vergüenza, la ausencia, la culpa… necesitan tanto acompañamiento como los propios presos.”
Si quieres escuchar la entrevista completa, pincha en la fotografía principal que acompaña a esta noticia.