OPINIÓN

Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Trotamundos

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Antonio Agudo

Jaén - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

“En mis viajes a lo largo y ancho de este mundo”, repetía cada tarde en la televisión de blanco y negro el Capitán Tan, el de Locomotoro y los Chiripitifláuticos. Yo no he viajado ni por asomo tanto como el personaje, pero los destinos laborales de mi hermano Ismael, canciller del Reino de España en diversas embajadas, me han dado una chispa de lustre mundano. En Malasia, muy cerca de Kuala Lumpur, ascendimos Bukit Belachan, una colina con escalones de madera y pasamanos de cable de acero para poder coronar una meseta con cascada y jungla. Viví una tormenta tropical entre una espesura de árboles tal que nos impedía ver el cielo. Sin embargo, se escuchaba el ruido de los coches y los altavoces de las mezquitas. La civilización estaba muy cerca. Unos chinos nos ofrecieron té caliente. Al bajar, en el aparcamiento donde habíamos dejado el coche, un restaurante de comida india.

En Liubliana, capital de Eslovenia, se regocijan con Smarna Gora. Otro monte al que sólo está permitido subir andando. También escalinatas de madera. Bancos para que sea más llevadera la cuesta. En la cumbre una campana que se hace sonar como símbolo de triunfo. Un poco más allá, un quiosco con cervezas, café y algo de comida ofrece hamacas para el descanso mientras se contempla el valle del río Sava, que se encamina hacia Zagreb.

Son atracciones turísticas. Sirven también para el disfrute de los paisanos. Traigo ambas a colación porque el otro día en el Ojo del Buey, donde empieza la vía verde de Jabalcuz, vi dos cabras montesas. Hay un cierto abandono en el lugar a pesar de que es sitio frecuente de paseantes, deportistas y familias que echan allí su merienda. Ni siquiera una fuente de agua. Maleza, sí. Bastante.

También están arreglando las murallas del Castillo, por donde ensaya para deleite de transeúntes Juanjo, el famoso Gaitero del Castillo. Imagino caminos bien trazados, señalización, lugares de descanso y algún que otro establecimiento con mesas en el exterior para beberse una cerveza Alcázar bajo la sombra de los pinos al tiempo que el ocioso cuenta las ardillas. A los extranjeros les parecerá tan exótico como a mí Bukit Belachan o Smarna Gora. En todo caso, lo disfrutaríamos los giennenses. Orgullosos y felices de gozar de tales lugares de esparcimiento. Sin necesidad de ir a Malasia.

Palabras, divinas palabras.

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