Las Divinas Palabras con Ernesto Medina. Hoy: Rufián

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Ha levantado ampollas. Ulula por las calles la indignación. Se exigen respuestas. Algún tipo de desagravio. La frase de Rufián ha sido moneda de uso corriente en las barras de las cafeterías. Los andaluces han agotado los improperios que la amplitud del español contempla. “Me siento orgulloso de que mis abuelos huyesen de Jaén y Granada” es la manzana de la discordia.
Suena mal. Cualquier integrista le saca punta y se marca un artículo contra el diputado catalán al tiempo que enarbola la defensa de la identidad andaluza. Yo mismo estuve a punto de incurrir en el desliz. Por suerte, Violeta me sugirió que investigase un poco el tema. Labor que no fue difícil. Google enseguida me ofreció la posibilidad de escuchar sus palabras. Sin cortes. Sin interpretaciones. Los vídeos están en la red. El más extenso dura cincuenta y tres segundos. Tras oírlo un par de veces me impuse un ejercicio de abstracción. Cerré los ojos. Imaginé que no era Rufián sino cualquier otro descendiente de emigrantes andaluces. Y estuve de acuerdo con sus palabras. No hay nada reprochable en las mismas. Al contrario, cualquiera que eluda el fanatismo y se deje guiar por la razón las suscribe punto por punto.
Rufián comienza afirmando que se siente orgulloso de ser charnego -con sentido despectivo, inmigrante en Cataluña- e hijo y nieto de charnegos. Continúa con la explicación de que sus abuelos huyeron de Jaén y Granada para vivir, para subsistir. No le falta razón. Andalucía comparada con Cataluña, Madrid o el País Vasco era el tercer mundo. Termina -tampoco está exento de veracidad el colofón- que sus abuelos huían de los señoritos. Se le puede achacar simplicidad, pero sustituyan señoritos por latifundios, falta de industrialización, analfabetismo crónico y tantos otros males achacables a un sistema social injusto que el franquismo consolidó y acrecentó. Obtendrán un diagnóstico exacto de los males andaluces durante casi todo el siglo XX.
No conviene cobrarse la justificación de nuestros males en una frase de Rufián. La queja resignada sin acción política es el veneno con el que han matado nuestra conciencia mucho tiempo. Menos golpes de pecho y más reivindicaciones efectivas. Rezongar sobre los males pretéritos conduce a la nada. Es inexcusable denunciar a los nacionalistas catalanes que se muestran avariciosos e insolidarios cuando no xenófobos. Pero no por estas palabras.
He constatado una vez más que las cosas no son como parecen. Mi conclusión de esta polémica está en la letra del himno de Andalucía: “levantaos, pedid tierra y libertad”. Que así sea.
Palabras, divinas palabras.



