"Por un momento no pensé que estaba en el Aula Pablo VI, sino en la aldea de El Rocío"
María José Muiño, hermana mayor de la Hermandad de Emigrantes del Rocío de Huelva, recuerda en COPE la visita a Roma en la que impusieron la medalla de la concha peregrina al Papa Francisco.

María José Muiño, hermana mayor de la Hermandad de Emigrantes del Rocío de Huelva
Huelva - Publicado el - Actualizado
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Entre el 26 y el 29 de enero, la Hermandad de Emigrantes de Huelva vivió una experiencia inolvidable durante su peregrinación a la Santa Sede con motivo del Año Jubilar. Un viaje lleno de espiritualidad, simbolismo y devoción mariana, coronado por un encuentro entrañable con el Papa Francisco.
María José Muiño, hermana mayor de la Hermandad, recuerda con emoción el privilegio de haber estado tan cerca del Santo Padre en la audiencia general del miércoles 29 de enero. “Conseguimos el sector uno, un lugar privilegiado”, destaca, señalando que, aunque se sentían una “gotita en un océano” de fieles venidos de todo el mundo, lograron hacerse notar.
Durante la audiencia, los más de 200 peregrinos que componían la delegación de la Hermandad no escatimaron en expresiones de alegría. Se cantaron sevillanas, se lanzaron vítores, y se entonó la Salve a la Virgen del Rocío. “El mundo supo que allí había un grupo numeroso de rocieros”, afirma Muiño.
Uno de los momentos más emotivos tuvo lugar cuando el Papa Francisco se acercó al simpecado de la Hermandad, símbolo mariano que preside sus peregrinaciones. En un gesto de cercanía, bendijo el estandarte y aceptó la medalla de la Hermandad que le fue ofrecida. “Con esa forma alegre y cercana que le caracterizaba, nos dijo: ‘Sí, póngame la medalla’”, rememora Muiño. Aquella medalla, que representa a la Virgen del Rocío, quedó colgada del cuello del Papa en un momento que muchos interpretaron como una bendición para todos los rocieros.
Durante la visita, la Hermandad aprovechó para avanzar en una gestión muy especial: traer a Huelva un relicario de San Juan Pablo II. “No creemos que esta petición caiga en el olvido con el nuevo pontífice”, asegura la hermana mayor, convencida de que esa conexión espiritual entre los papas y la Hermandad sigue viva. No en vano, en 1986, San Juan Pablo II ya impuso el lazo papal al anterior simpecado.
Por su parte, el director espiritual de la Hermandad, Jaime Cano, subraya el carácter profundamente humano del Papa. “Fue un viaje lleno de sentimiento y espiritualidad”, señala. Francisco, dice Cano, se mostró simpático y participativo con el grupo. El Papa incluso le pidió que aquella alegría de la fe “se llevara a la calle”.
Para Cano, ese mensaje resume la figura del Pontífice: un hombre cercano, que escucha y que invita a vivir el Evangelio con gozo. “Me preguntó cosas tan cotidianas como qué habíamos comido o dónde nos alojábamos. Eso te rompe cualquier nerviosismo”, comenta entre risas. “No era solo un líder religioso; era un pastor que quería conocer a sus ovejas”.
Ambos entrevistados coinciden en que la huella de Francisco va más allá de lo simbólico. Cano lo define como un Papa que ha propuesto una forma nueva de comunicar la fe, más directa y adaptada a los tiempos. “No es de derechas ni de izquierdas, es del Evangelio”, afirma con rotundidad.
Con la imagen del Santo Padre con la medalla rociera al cuello, los rocieros de Huelva regresaron a casa sabiendo que su devoción había tocado el corazón del Vaticano. Un Rocío vivido en Roma, pero sentido como en la aldea.