La Corona y la fe se dan la mano: el Rey mantiene su lazo con la Hermandad de las Angustias de Granada
Felipe VI continúa siendo Hermano Mayor Honorario de la patrona de la ciudad andaluza

Rey Felipe VI en las Angustias de Granada
Granada - Publicado el
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La tradición y la monarquía han vuelto a encontrarse en un gesto cargado de simbolismo y arraigo: Su Majestad el Rey Felipe VI ha renovado su nombramiento como Hermano Mayor Honorario de la Real Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de Granada, reafirmando así un vínculo histórico entre la Corona y esta emblemática institución religiosa andaluza.
La comunicación oficial de la renovación ha sido realizada por la Casa de Su Majestad el Rey, lo que certifica no solo el carácter protocolario del acto, sino también su valor sentimental y cultural. Esta decisión subraya el respeto de la monarquía hacia las tradiciones locales y refuerza los lazos afectivos con la ciudad de la Alhambra, donde la devoción a la Virgen de las Angustias trasciende lo religioso para convertirse en un fenómeno social, patrimonial e identitario.
Un título con más de un siglo de historia
El nombramiento del monarca como Hermano Mayor Honorario no es una iniciativa reciente. Este reconocimiento tiene una larga trayectoria que se remonta al reinado de Alfonso XIII, cuando la Casa Real comenzó a establecer relaciones formales con hermandades religiosas de gran relevancia en distintas regiones de España. Desde entonces, la tradición ha sido mantenida por los sucesivos monarcas, incluidos Juan Carlos I y ahora Felipe VI, quienes han mostrado su voluntad de conservar este tipo de vínculos como una forma de diálogo entre la institución monárquica y el sentimiento popular.
En el caso de Granada, la elección no es casual. La Real Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias no solo ostenta una de las devociones marianas más extendidas del sur peninsular, sino que también tiene un papel destacado en la vida pública y religiosa de la ciudad. Su imagen titular preside la basílica homónima, situada en pleno corazón de la capital, y congrega cada año a decenas de miles de fieles durante la tradicional procesión de septiembre.
Un símbolo que trasciende lo religioso
Más allá del fervor religioso, la figura de la Virgen de las Angustias representa para los granadinos un símbolo de identidad colectiva. Su imagen es invocada no solo en contextos litúrgicos, sino también en momentos de crisis, esperanza o conmemoración. Que el Rey mantenga su compromiso con esta hermandad no solo se interpreta como un acto institucional, sino también como un reconocimiento al peso espiritual y cultural que esta advocación tiene para el pueblo granadino.
Además, en una época en la que la monarquía española busca fortalecer su legitimidad a través de la cercanía con la ciudadanía, gestos como este ayudan a proyectar una imagen de continuidad y respeto por las tradiciones locales, sin caer en la politización. El papel de Felipe VI ha sido precisamente ese: representar una monarquía moderna que, sin renunciar a la historia, sabe dialogar con las sensibilidades del presente.
Un acto que fortalece la cohesión institucional
Desde la Hermandad de las Angustias se ha recibido con gran satisfacción la noticia, que consideran un espaldarazo a su labor espiritual, social y patrimonial. No en vano, la Hermandad no se limita al culto, sino que desarrolla una intensa labor asistencial y cultural a lo largo del año. La renovación del título por parte del Rey supone también un impulso moral y simbólico para quienes trabajan desde la fe por el bienestar de la comunidad.
Con este gesto, Felipe VI no solo mantiene viva una tradición centenaria, sino que también proyecta un mensaje de respeto, continuidad y conexión entre la monarquía y el tejido social más devoto de Granada. La Casa Real, en este caso, actúa como garante de una herencia que, lejos de quedar en el pasado, se sigue revalidando en el presente.
Así, la Corona y la fe popular vuelven a encontrarse en un mismo camino, recordando que en España —y especialmente en Granada— la historia no solo se conserva en los libros, sino también en los gestos, los compromisos y las devociones que se renuevan generación tras generación.