Cuando llega la última semana del mes de octubre los cementerios se llenan de vida, porque es el momento para hacer visita a las tumbas de los seres queridos, limpiar y engalanarlas de flores y velas. Unos elementos ornamentales que muchos colocan en el último día, porque ya no se respetan ni a los muertos. Existen personas que aprovechan estos días para ahorrarse unos euros y prefieren robar, sí robar, las flores de otras tumbas para colocárselas a su familiar. Como se suele decir en la calle, hay gente para todo.

Tenemos asociado los cementarios a la muerte, y así es, pero en ellos podemos encontrar muchas vidas, sobre todo las que esconden en sus lápidas. Detrás de cada una de ellas ha existido una persona con sus emociones, temores, alegrías y defectos. También se convierte en un lugar para meditar donde el silencio lo inunda todo y afloran sentimientos y pensamientos que nos puede acercar algo más al sentido de esta vida terrenal. Es en el camposanto donde realmente nos damos cuenta que ese será el final de nuestros días, la muerte. Nadie se lleva nada, aunque en muchas ocasiones actuemos en la vida como todo lo contrario, sin darnos cuenta que somos mortales. Para los cristianos no se trata del final, sino del comienzo. Después del peregrinar por la tierra, la recompensa es ver el rostro de Dios.

Estos días sirven también para compartir una conversación con ese vecino que llevábamos tiempo sin ver, o de conocer la historia que esconde la tumba relativamente reciente que tenemos en el mismo pasillo. A todos nos une lo mismo, el dolor y el vacío que ese familiar o amigo nos ha dejado. Si nuestra historia ha sido mala, siempre hay una peor alrededor nuestra.

Como la frase que tantas veces se ha citado atribuida a Otto von Bismarck, aunque seguramente sea apócrifa, en la que se dice: "España es el pais más fuerte del mundo, lleva siglos intentando destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido". Y es que la gran mayoría de ciudadanos no somos de cuidar nuestras tradiciones. Ahora llega Halloween y nos arrastra a un consumismo y a no dar sentido realmente a este día, Día de Todos los Santos, porque todos los que alcanzan la luz de Dios lo son.

Actualmente la educación de las familias debería pasar por explicar a los hijos el sentido de la vida y también de la muerte, y no vivir a espaldas de ella. Ya no solo es visitar las tumbas, también es bonito poder poner un pequeño altar en los hogares con las fotografías de nuestros seres queridos, alguna vela, y rezarles. El Día de Todos los Santos se puede convertir en un punto de unión con los familiares que fallecieron, porque todo aquel que cree, siente que están junto a él.