El Papa Francisco y su inesperada llamada al convento de Carmelitas en Lucena, un gesto que ahora resuena con más fuerza

La naturalidad del Papa, su tono cariñoso y su empeño por contactar con esta pequeña comunidad, emocionó no solo a las religiosas, sino a todo el pueblo de Lucena

Papa Francisco en una entrevista a COPE. En la foto se ve al Santo Padre y delante de él un micrófono de COPE.
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Mensaje del Papa Francisco

Fran Durán

Córdoba - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Con el fallecimiento del Papa Francisco, son muchas las anécdotas que regresan a la memoria colectiva y que muestran el carácter cercano, espontáneo y humano del Santo Padre. Una de ellas ocurrió en Lucena (Córdoba), donde el Papa sorprendió —no una, sino dos veces— a la comunidad de Madres Carmelitas Descalzas con una llamada telefónica cargada de ternura y fe.

Fue el 31 de diciembre de 2014 cuando sonó el teléfono en el convento y nadie pudo responder a tiempo. Lo que las monjas no imaginaban era que en el contestador quedaría un mensaje tan insólito como entrañable:

"¿Qué estarán haciendo estas monjas que no pueden atender? Soy el Papa Francisco y quería saludarlas en este fin de año. Voy a ver si más tarde las puedo llamar. Que Dios les bendiga".

La noticia corrió como la pólvora. La naturalidad del Papa, su tono cariñoso y su empeño por contactar con esta pequeña comunidad al sur de España, emocionó no solo a las religiosas, sino a todo el pueblo de Lucena.

Pero no quedó ahí. El sábado 2 de agosto de 2014, el Papa volvió a llamar, esta vez logrando hablar en directo con las hermanas. Durante 40 minutos, Francisco conversó con ellas de forma distendida, interesándose por su vida en el convento y pidiéndoles que hicieran llegar su "cariño, cercanía y recuerdo afectuoso" a todo el pueblo de Lucena. La emoción fue tan grande como inesperada. El Papa también les pidió que sus palabras fueran transmitidas a los sacerdotes de la localidad, para que se compartieran durante las eucaristías del fin de semana.

Sor Adriana de Jesús Resucitado, priora del convento, junto a otras dos religiosas argentinas que conocían a Jorge Mario Bergoglio desde hace más de 15 años, compartieron que para ellas, esas llamadas habían sido como “una visita del cielo”. En medio del recogimiento de su vida de oración y silencio, haber escuchado al Papa al otro lado del teléfono fue un gesto de una cercanía que ya sabían que tenía, pero que vivieron con una fuerza nueva.

Francisco fue un Papa que supo sorprender, que rompió moldes sin dejar de ser profundamente fiel al Evangelio. Y esas sorpresas muchas veces venían en forma de una llamada inesperada. Como decía él mismo, "el pastor debe oler a oveja", y esa frase no era solo un lema, sino una forma de estar en el mundo: cerca, atento, humilde.

Hoy, tras su partida, gestos como el que vivieron las Carmelitas Descalzas de Lucena adquieren aún más valor. Porque, en medio del silencio monacal, resonó la voz del Papa como un susurro de Dios. Y porque esa llamada, sencilla y llena de humanidad, resume la esencia de un pontífice que supo tocar los corazones con pequeños grandes gestos.

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