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Historia y misterios del Convento de Santo Domingo

Con José Manuel Morales Gajete, escritor y fundador de Rutas Misteriosas, conocemos la figura de San Álvaro, su fundador, y su campana milagrosa

Historia y misterios del Convento de Santo Domingo
Toni Cruz González
@tonicruzgon

Redacción COPE Córdoba

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 01:00

Esta semana el escritor José Manuel Morales Gajete, fundador de Rutas Misteriosas, nos adentra en el Santuario de Santo Domingo Escala Coeli, que fue levantado por San Álvaro hace más de seis siglos. San Álvaro nació en Zamora, pero se hizo célebre en Córdoba, por sus numerosos actos milagrosos. Su fama de sabiduría y santidad lo llevan a ser confesor de Catalina de Lancaster y su hijo, el rey Juan II.

Al parecer, cuando acabó de construir este convento en 1427, había agotado todos sus fondos y no le quedaba dinero para instalar en el altar mayor la escultura de Cristo Crucificado con la que soñaba. Así que no le quedó otro remedio que armarse de paciencia, rezar, y esperar a que dichos recursos le cayeran del cielo.

Según la leyenda un día, de camino al hospital de pobres de Córdoba, se encontró al borde del camino un mendigo tirado en el suelo. San Álvaro se acercó a asistirlo y, con cuidado lo incorporó, le dio agua, y se quedó junto a él a la espera de que pasara algún carruaje que pudiera transportarlo al hospital más cercano. Pero viendo que no pasaba nadie y que aquel hombre estaba moribundo, lo envolvió con su capa, lo cogió en brazos y subió con él hasta el convento. Una vez allí, varios frailes lo recogieron y, sin quitarle la capa, lo tumbaron en una cama para tratar de curarlo. Sin embargo, cuando le retiraron el manto que lo cubría, descubrieron ante el estupor de todos que no estaba. En su lugar, los monjes encontraron una gran imagen de un Cristo Crucificado, esa escultura con la que San Álvaro había soñado tantas veces. Los hermanos, asombrados por el milagro, lo entronizaron aquella misma noche en el altar mayor y se pasaron toda la noche rezándole, con la alegría de pensar que el cielo había escuchado sus plegarias.

San Álvaro nació en Zamora, pero se hizo célebre por sus milagros en Córdoba

También dicen que en sus últimos años, mientras daba de comer a los pobres que subían hasta el convento de Santo Domingo, las rosas que recogían en el campo las convertía en pan para alimentarlos. Sin embargo, sus hermanos entendían que estos prodigios sólo propios de un Santo, no hacían otra cosa sino anunciar que pronto llegaría su hora.

Una tarde no acudió a rezar junto al resto de monjes, detalle al que nadie prestó mayor atención. Pero esa misma noche, sus hermanos comenzaron a escuchar sonar la campana del convento sin que nadie la tocara. Incluso por momentos parecía estar doblando a muerto. Cuando los monjes visitaron la celda del hermano Álvaro, descubrieron entristecidos que estaba agonizando. Y cuál sería su estupor al comprobar que, coincidiendo con el último suspiro del beato, la campana dejó de tocar sola. Aquí nace la leyenda, pues desde aquel momento, los monjes aseguran que la misma comenzó a tocar de forma espontánea cada vez que se acercaba la muerte de algún hermano de la comunidad, avisando de esta manera al prior para iniciar los preparativos. Y se silenciaba también cuando llegaba el fatídico momento, sin ningún tipo de intervención humana.

Cuenta José Manuel Morales Gajete que durante su última visita al Convento tuvo la ocasión de hablar con el padre José Antonio Segovia, superior de la orden, y le preguntó por las supuestas propiedades extraordinarias de la campana. El fraile le confió que hace algunos años se repitió el asombroso fenómeno. Un monje del convento enfermó, los hermanos colocaron la famosa campana junto a su cama para que pudiera avisarles si necesitaba cualquier cosa, y por la mañana la campanita empezó a sonar varias veces seguidas. Cada vez que los monjes acudían a socorrerle, el enfermo les aseguraba desde la cama que él no la había tocado. Y pocas horas después de ese extraño incidente, hubo que certificar su defunción.

La mágica campana todavía puede ser observada en el santuario serreño en la nave situada a la derecha de la entrada principal. Eso sí, advierte Morales Gajete que la toquen, la miren o la fotografíen si quieren… pero que no la intenten hacer sonar. La leyenda dice que el castigo para quien lo intente sin ser de la orden dominica es la muerte.

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