Ana Soria ha terminado con la costumbre que tenía en las últimas semanas. Cuando Enrique Ponce regresó a las plazas de toros tras el estado de alarma, la joven almeriense determinó acudir a las plazas para volver a ver torear a su pareja.

Pero en la segunda corrida en la que vio a Enrique Ponce enfrentarse al animal, Ana Soria sufrió un complicado momento al ver cómo el toro le daba una voltereta sobre el albero. Desde ese momento todo fu distinto.

La última decisión de Ana Soria

La estudiante de Derecho determinó no asistir más a las corridas de Enrique Ponce y cada vez que él ha tenido un compromiso con el arte del toreo, ella ha planeado alguna que otra escapada para intentar evitar los nervios que siempre sufre cuando el maestro pisa la arena del ruedo. Pero este sábado esa tendencia ha cambiado y Ana Soria ha acudido a la plaza de toros de Granada para ver en directo a su pareja.

Ana Soria no ha dudado en estar en primera línea para no perderse ningún detalle y para dar todo su apoyo a Enrique Ponce. Con todas las medidas de seguridad necesarias se le ha podido ver con muchos nervios. De forma paralela a la faena de Enrique Ponce, todas las miradas de la plaza andaluza también se han centrado en algún momento en la joven pareja del diestro, aunque ella ha evitado todo en momento restar protagonismo al verdadero protagonista de la tarde sobre el ruedo.

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Tal y como han explicado los compañeros del programa 'Viva la Vida' de Telecinco, Ana ha determinado entrar por un sitio diferente al del diestro. La llegada del torero ha provocado mucho revuelo entre los aficionados y por eso la joven ha decidido separarse de él antes de entrar en la plaza de toros. Por ello ha hecho una entrada que ha pasado desapercibida totalmente, para llegar a su asiento de la forma más tranquila posible.

Enrique Ponce conquista Granada

Enrique Ponce, con tres orejas, puso hoy el verdadero argumento a la triunfal tarde de toros de este sábado en Granada, con una gran actuación de tres orejas en un festejo en el que también Sebastián Castella resultó triunfador con dos trofeos, uno de cada toro de su lote.

Ponce se las vio en primer lugar con un toro muy noble, pero condicionado por su escasez de fortaleza y poca raza. El valenciano fue haciéndolo poco a poco, afianzándolo a base de suavidad y mucho tacto, para acabar haciéndolo mejor de lo que era y al que llegó a torear primorosamente sobre ambas manos, especialmente al natural. Oreja al esfuerzo realizado.

Lo mejor de la tarde llegó en el cuarto, otro toro nobilísimo al que Ponce cuajó una gran faena llena de entrega, técnica, estética, cadencia y sentimiento...Toreo al ralentí del valenciano, casi a cámara lenta, y midiendo a las mil maravillas a un astado con mucha clase pero al que había que empujar hacia adelante.

Los recursos fueron maravillosos, haciendo lo fundamental con mucho gusto y recreándose también en lo accesorio con circulares larguísimos y con sus consabidas "poncinas". Obra grande del valenciano, que, tras un pinchazo previo a la estocada final, cortó las dos orejas.

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