“El amor y la fe me salvaron la vida”: Rafael Naharro, el cordobés que volvió a empezar tras un ictus
Pasó por el quirófano en una operación a vida o muerte tras sufrir una grave malformación cerebral

Rafael Naharro sobre su ictus
Córdoba - Publicado el
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Hoy, Día Mundial del Ictus, la historia de Rafael Naharro Zafrilla es un ejemplo de fortaleza y esperanza. A sus 79 años, este cordobés conocido como Tattoo Rafa recuerda con emoción el día en que su vida cambió por completo, aquel agosto de 2007 en el que un ictus lo llevó al borde de la muerte… y de un renacimiento inesperado.
“Yo ya llevaba días con un malestar tremendo”, cuenta. “Me costaba trabajo hablar, pero seguía trabajando porque era autónomo y pensaba que se me pasaría. Hasta que un día quise hablar y no podía. Tartamudeaba”. Aquella tarde comenzó un largo viaje marcado por la confusión, la fe y el amor incondicional.

Rafael Zaharro
Rafa recuerda que el diagnóstico no llegó a tiempo. “Me podían haber salvado antes, pero no se detectó. Un vecino, ginecólogo y amigo, al verme dijo: ‘Tú lo que tienes es neurología de cabeza’. Me dio el teléfono de un neurólogo y me mandó directo al hospital. Allí ya me desvanecí. Si tardo un poco más, no lo cuento’”.
Una operación entre la vida y la muerte
Lo que vino después fue una auténtica carrera contrarreloj. “El ictus derivó en una malformación venosa cerebral, tuvieron que abrirme parte del cráneo. Era una operación de vida o muerte”, relata con serenidad. Estuvo en coma inducido varios días. Cuando despertó, todo era distinto. “Vi a mi mujer llorando a mi lado y no entendía nada. Pero fue su llanto lo que me dio fuerzas para seguir adelante”.
He tenido una segunda oportunidad y pienso aprovecharla cada día que me quede”
La operación fue un éxito, pero la recuperación, un desafío diario. La parte física y la emocional se mezclaban en un proceso tan duro como revelador. “Lo peor no fue no poder moverme, sino no reconocer a la gente que me abrazaba. Lloraba sin saber por qué. Es horroroso darte cuenta de que algo va mal, pero no entender qué”.
La vida después del ictus
Dieciocho años después, Rafael convive con las secuelas, pero también con una nueva manera de ver la vida. “Camino peor, leo poco y me cuesta usar el ordenador, pero sigo luchando. Antes leía mucho y ahora escucho a escritores. Pinto, dibujo, escucho música… y eso me mantiene vivo”.
Ha aprendido a apoyarse en lo esencial: el amor, la fe y la calma. “La terapia más grande que existe es sentir que alguien te quiere. Pasé el COVID con mi mujer y lo superamos juntos. Ella me ha dado fuerzas cuando creía que no podía más”.
La terapia más grande que existe es sentir que alguien te quiere"
Reconoce que la enfermedad también le enseñó a valorar la soledad y a filtrar su entorno. “Conocidos muchísimos, amigos pocos, falsos amigos demasiados”, dice con una mezcla de ironía y dolor. “Cuando estás bien, sobran los abrazos. Pero cuando caes, se ven las verdaderas manos que te levantan”.
Una lección de vida y prevención
En el Día Mundial del Ictus, su testimonio sirve para recordar la importancia de reaccionar a tiempo. El Hospital Reina Sofía de Córdoba registra hoy una tasa de 70% de recuperación total gracias a la detección precoz y al trabajo de su unidad específica, que ha triplicado los ingresos desde su apertura en 2008.
Rafael lo sabe bien: “En cuanto notes algo raro, hay que actuar rápido. Yo era hipertenso y muy nervioso. Si lo hubiera sabido, quizá todo habría sido distinto”. Y añade un consejo que, dice, le ha costado toda una vida entender: “Hay que quererse un poco más. Quien te quiere no te hace sufrir. Hay que alejarse de lo que te daña, aunque sea un familiar”.
Hay que quererse un poco más. Quien te quiere no te hace sufrir. Hay que alejarse de lo que te daña"
El mensaje que lanza es claro: no rendirse, no aislarse y cuidar la mente tanto como el cuerpo. “Tengo miedo de muchas cosas, antes no lo tenía. Pero no hay que arrinconarse. Hay que seguir comunicándose, siendo social, aunque de forma selectiva. Y si puedes, arrímate a la naturaleza, que también cura”.
Rafael, que durante décadas fue un referente del tatuaje en Córdoba, ha cambiado las agujas por los pinceles. En la pintura ha encontrado una nueva manera de expresarse y seguir dando color a la vida. “Yo ya he tenido una segunda oportunidad”, afirma con una sonrisa. “Y pienso aprovecharla cada día que me quede”.



