El primer lunes de la tan ansiada Cuaresma nos deparó el ya tradicional Vía-Crucis organizado por la Unión de Hermandades de Jerez. En esta ocasión, estuvo presidido por Nuestra Señora de las Angustias, que se trasladó hasta la Catedral y bajo palio para el rezo de las catorce estaciones.

Las campanas de la Capilla comenzaron a sonar a las seis menos cuarto de la tarde, cuando se abrieron las puertas y se vislumbró en su dintel la Cruz de Guía. El tintineo paulatino pero constante de las mencionadas campanas acompañó la salida del nutrido cortejo a la calle. Más tarde, la Escolanía de Sevilla, dirigida por el tenor Israel Moreno, se sumó a las campanas e iniciaron su acompañamiento musical a las andas de la Virgen.

Numerosos cofrades y devotos aguardaban, envueltos en un premonitorio olor a azahar, la salida de la Dolorosa en la Plaza que lleva su nombre, y acompañaron a la comitiva en las calles estrechas del barrio: Molineros, Cruz Vieja o calle Barja, en las que quedaron imágenes históricas e inéditas. Una imagen muy distinta a la que estamos acostumbrados a contemplar los Domingos de Ramos, ya que las Angustias procesionó bajo el palio de la hermandad de la Corona de Espinas de la Puebla de Cazalla, bajo el cual procesiona María Santísima de los Dolores cada Viernes de Dolores en Rosario de la aurora. Los respiraderos utilizados para la ocasión pertenecen a la hermandad de la Vera Cruz de la misma localidad sevillana.

De nuevo, el sonido de campanas guiaba el itinerario del cortejo. En este caso, era el campanario de San Miguel el autor de la melodía. El paso del cortejo por el emblemático templo jerezano fue uno de los momentos más destacados del traslado de ida. De igual modo, el paso por el Alcázar y Alameda Vieja bajo un juego de luces en el cielo propio del atardecer dejó bellas estampas.

Fue entonces cuando de nuevo, el tintineo marcaba el discurrir del cortejo. En este caso, se trataban de las campanas del destino primero, las de la Santa Iglesia Catedral. Una vez rezado el Vía Crucis, que comenzó sobre las 20:00 horas y finalizó una hora más tarde, la cofradía emprendió el regreso al Humilladero.

La caída de la noche permitió ver el palio con un manto plateado de estrellas que relucían gracias a la luz de la candelería color tinieblas. Sin duda, un éxito total que dejó imágenes para el recuerdo en la memoria de los cofrades que se dieron cita para rezar ante las plantas de la Dolorosa de los Siete Cuchillos. La Cuaresma recién comenzada sigue quemando etapas, por lo que la llegada de los días Santos está cada vez más cerca. Pronto, volverán a abrirse las puertas de la Capilla y, esta vez, en el dintel se podrán vislumbrar capirotes negros.