LAS VENTAS
La bajada a los infiernos de David Mora
El madrileño escucha los tres avisos en su segundo toro. Mansa y desfondada corrida de El Pilar.

David Mora saludando de capote al quinto toro de El Pilar, con el que escuchó los tres avisos.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Van tres festejos de feria y todavía no se ha visto brillar con fuerza el rey Sol en este San Isidro. Ni en el cielo ni en el ruedo. Soplaba el viento cuando se abrió el portón de cuadrillas y continuó cuando se anunció al primero de El Pilar. Un viento que se llevó las esperanzas puestas en el hierro salmantino que venía con la fuerza que daba lidiar en Sevilla unos de los toros del abono. Un idilio con la Maestranza que perdura año a año pero que se perdió ya hace mucho tiempo con Las Ventas.
La corrida jugada adoleció de muchas cosas. Cuando no hay raza, cuando no hay verdadera casta, esas faltas se ven mucho más. Toros afligidos, algunos enarbolando la bandera blanca de la rendición desde demasiado pronto.
El único animal que tuvo ciertas posibilidades en el tercio de muleta fue el quinto. Pero con él llegó el apagón de David Mora. Del nivel de casta no hablamos porque a esas alturas ya sabíamos que no iba a aparecer. Pero al menos el de El Pilar, con sus 611 kilos a cuestas, tuvo buen aire cuando quiso seguir las telas. Aquello no fluyó, el madrileño estuvo demasiado dubitativo, sin terminar de verlo claro, sin el sitio que precisaba su oponente. Así transcurrió la faena. El calvario llegó después de dejar media estocada. Dieciocho descabellos me chivó el compi Emilio Martinez. Uno, dos y tres avisos cayeron. Sin remedio. El espectáculo de intentar apuntillarlo desde un burladero, para olvidar. No era la primera vez que se hacía, pero Agapito sólo hubo uno y éste los atronaba a la primera. Hay ciertos aspectos de la lidia en cuestiones estéticas que pueden ser motivo de cambio para su evolución. Para bien de todos. La bronca cayó después para David. Un año de su Puerta Grande. Tres desde que vertió su sangre y algo más en esta plaza. La dureza del toreo en el regreso a la cara amarga.
El primero de Mora, 'Carapuerco II', intentó saltar al callejón hasta en dos ocasiones y en varias más se quedó con las ganas. Huida, sin brizna de instinto de ataque. El toro nunca quiso hacer caso de los engaños en todos los tercios. Quien brilló fue el subalterno Ángel Otero. Dos señores pares de banderillas. El segundo de ellos apuntando a premio de la Feria. Queda mucho, pero anotado queda. Aguantando la arrancada a favor de querencia del toro, cuadrando en la cara, clavando arriba y saliendo airoso del trance. Su jefe de filas no pasó de voluntarioso frente a un toro en retirada. Imposible la ligazón contra la tendencia a la huida del animal.
El colorado que abrió plaza cumplió el tópico que dice que los 'pilarones' que cría Moisés Fraile son complicados en los capotes. Se movió mucho el toro, pero muy desordenado en sus viajes. Manseó en varas y tampoco ayudó la lidia de El Vito con demasiados capotazos. Diego Urdiales se gustó en un quite por verónicas. Compás, armonía y prestancia tuvieron los lances. A la cadera la media. Un quite que fue creciendo en el recuerdo según transcurrió después la tarde. Apostó por la derecha en el comienzo de faena. Templado el riojano, alargando el viaje del toro, que embestía como uno de esos trenes de mercancías que tarda en pasar un mundo. Lento, sin terminar de romper por abajo. Lo sustentó todo Urdiales en el ritmo que imprimió a esas primeras tandas. Después el animal fue más incierto por el izquierdo y el torero tampoco terminó de apretarlo. El silencio final igualó todo.
El cuarto fue un toro para olvidar. Sin casta, sin ritmo, sin ganas de vender cara su vida. Un semoviente contra el que estrelló Urdiales.
Embistió con todo de salida el colorado tercero. Por abajo, con fiereza y empuje. Lo sujetó José Garrido genuflexo en el recibo. Un espejismo. El de El Pilar se afligió tras el tercio de varas. En la muleta parecía otro toro, sin entrega, sin humillar, sin nada de nada. Garrido quiso pero el toro no. Y esa es mala ecuación. Lo cazó de una estocada desprendida.
Con la tarde despeñada, el sexto permitió volver a ver a Garrido mostrarse poderoso con el capote. De nuevo un quite de Urdiales por delantales en el que el toro pareció descolgar. Nada de nada. Otro mentiroso. En la muleta no pudo ni con la penca del rabo. Agarrado al piso, el pacense lo pasó sin decir nada. La cruz de la moneda había caído ya hacía tiempo sobre el ruedo venteño.
Madrid, sábado 13 de mayo de 2017. 3ª de Feria. Tres cuartos de plaza.
Toros de
, bien presentados, de desiguales hechuras. Corrida mansa, sin fondo de casta. Manejable el quinto. El resto, muy venidos a menos.
Diego Urdiales, silencio tras aviso y silencio.
David Mora, silencio y bronca tras tres avisos.
José Garrido, silencio y silencio.