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Vacunas: historia, éxitos y fracasos del descubrimiento que cambió la medicina

La buena higiene, el saneamiento y el agua potable no son suficientes para detener las enfermedades infecciosas. La última prueba nos la ha puesto a todo el mundo el SARS-CoV-2

Grabado que muestra al doctor Edward Jenner vacunando al pequeño James Phillips
Raquel Pérez Polo
@RaquelPerezPolo

Redactora COPE 

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 13:23

En el pulso que mantiene el planeta Tierra con la COVID, se ha puesto de manifiesto que el SARS-CoV-2 cuenta con ventaja. Va unos pasos por delante, pero la civilización, como lo ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad, no se va a rendir facilmente.

La noticia de este miércoles, el contratiempo con la vacuna que está investigando AstraZeneca, que ha tenido que suspender la fase 3 -la que se desarrolla ya en humanos, por la reacción adversa que ha experimentado uno de los voluntarios- es uno de esos asaltos que la investigación ha perdido contra el coronavirus.

Pero como caer en una batalla no significa perder la guerra, los ensayos para conseguir una vacuna que nos inmunice contra el virus que ha conseguido confinar al mundo entero, no van a parar.

Porque las vacunas a veces sufren esos reveses, algunos llevan a impedir que determinadas personas las puedan recibir como cuando se producen reacciones alérgicas anafilácticas a una dosis previa de una vacuna o a algún componente de la misma o cuando aparece una encefalopatía de etiología desconocida en los 7 días siguientes a su administración. En la experimentación de la vacuna desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford, uno de los voluntarios ha sufrido una "Mielitis Transversa", una inflamación de ambos lados de la médula espinal provocada por una infección viral y que ocasiona trastornos sensitivos o motores. No está confirmado que se lo haya provocado el medicamento, habrá que investigarlo.

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Sonados fracasos de otras vacunas

En realidad los ensayos para encontrar esa inmunidad contra el coronavirus van a suponer, están suponiendo ya, un hito. La vacuna o las vacunas que sean efectivas contra la COVID, se habrán obtenido en tiempo record cuando lo habitual es que estas investigaciones duren varios lustros, en alguna ocasión décadas.

Porque encontrar la inmunidad total es, en ocasiones, un esfuerzo titánico, muy costoso y en el que ha participado mucha gente. Es lo que ha pasado con el ébola. Cada vez que la doctora Nancy Sullivan pensaba que estaba cerca de lograr una vacuna contra el ébola, los experimentos fracasaban.

Dieciséis años se demoró la vacuna. Miles de personas murieron durante este tiempo, sobre todo, en África Occidental.

El fracaso más reciente contra un virus, nos lleva a la lucha contra el VIH. En febrero de este mismo año hubo que suspender el ensayo en el que participaban 5.400 personas desde el año 2016 en Sudáfrica, uno de los países con una de las mayores tasas de mortalidad por sida en el mundo.

El descubrimiento de Edward Jenner que cambió la historia

En los años 70 del siglo XVIII, en el Reino Unido había una epidemia de viruela que estaba diezmando a la población. Para tratar de frenarla, un joven médico llamado Edward Jenner, pese a contar con la oposición de muchos colegas de la época, intentó implantar un método que había estudiado en Londres y que se conocía con el nombre de "variolización" - método introducido en Londres en 1721 por la esposa del embajador inglés en Turquía, Lady Montagu, y que consistía en inocular a una persona sana con material infectado.

Estatua del doctor Edward Jenner en Kensington Gardens en Londres

El 14 de mayo de 1796, el doctor Jenner decidió inocular a un niño de ocho años llamado James Phillips un poco de materia infectada que obtuvo de una persona que padecía la viruela bovina.

La reacción que aquella materia infectada provocó en el pequeño James fue una fiebre leve que desapareció a los pocos días. Meses más tarde, Edward Jenner puso en práctica la prueba definitiva para erradicar la epidemia. Volvió a inocular a James, pero esta vez con viruela humana para comprobar si el niño desarrollaba la enfermedad. Los resultados le dieron la razón y el niño ni contrajo la enfermedad ni murió.

Así nacieron las vacunas que, como define la OMS, son "cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Puede tratarse, por ejemplo, de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados, o de productos o derivados de microorganismos. El método más habitual para administrar las vacunas es la inyección, aunque algunas se administran con un vaporizador nasal u oral".

¿Son seguras las vacunas?

La Organización Mundial de la Salud lo dice alto y claro: "Las vacunas son seguras. Todas las vacunas aprobadas son sometidas a pruebas rigurosas a lo largo de las diferentes fases de los ensayos clínicos, y siguen siendo evaluadas regularmente una vez comercializadas. Los científicos también siguen constantemente la información procedente de diferentes fuentes en busca de indicios de que una vacuna pueda tener efectos adversos. La mayoría de las reacciones a las vacunas son leves y temporales, tales como el dolor en el lugar de inyección o la febrícula. Los raros efectos colaterales graves notificados son investigados inmediatamente".

El Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatria marca estos puntos clave para remarcar la importancia de las vacunas:

  • Las vacunas representan un hito fundamental en la prevención de las enfermedades infectocontagiosas, con repercusión excepcional en la salud mundial. Su valor es incuestionable.
  • La administración de las vacunas debe seguir las recomendaciones establecidas en sus fichas técnicas.
  • En una comunidad con un elevado número de sujetos protegidos por la vacunación, el efecto protector puede extenderse a personas no vacunadas, originando inmunidad de grupo o de rebaño.
  • Existen numerosas clasificaciones de las vacunas, según se atienda a diferentes aspectos de su composición, síntesis o naturaleza. Así, encontramos vacunas de microorganismos enteros (atenuadas o inactivadas), de subunidades (polisacarídicas, conjugadas, acelulares, recombinantes), toxoides, vacunas de ADN (plásmidos) y otras (nanopartículas, vectores).
  • Las vacunas parenterales atenuadas, si no se administran simultáneamente en el mismo acto vacunal, requieren un intervalo mínimo de 4 semanas entre ellas, para que no se interfiera la replicación de los microorganismos vacunales.
  • Los nuevos adyuvantes posibilitan fabricar más dosis de vacunas (hasta cuatro veces más), abaratan el coste, permiten una mejor respuesta a las necesidades de las regiones en vías de desarrollo, especialmente en situaciones de emergencia.
  • La administración de antitérmicos previa o coincidente con la vacunación no está generalmente recomendada.
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