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Mathieu Ricard, bioquímico, filósofo y monje budista: "Ser feliz es vivir"

Al bioquímico, filósofo, fotógrafo y monje budista Mathieu Ricard (Aix les Bains, Francia 1946) no le gusta que le llamen "el hombre más feliz del mundo", como le apodan, y asegura, en una entrevista con Efe, que le "basta con estar vivo para ser feliz" mientras ríe y bromea: "Seguro que es mejor estar vivo que muerto".,Ricard, que vive en Nepal y hace unos días viajó a Barcelona para impartir la conferencia "Altruismo, el corazón de la felicida

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:45

Oriol Masferrer Gutiérrez

Al bioquímico, filósofo, fotógrafo y monje budista Mathieu Ricard (Aix les Bains, Francia 1946) no le gusta que le llamen "el hombre más feliz del mundo", como le apodan, y asegura, en una entrevista con Efe, que le "basta con estar vivo para ser feliz" mientras ríe y bromea: "Seguro que es mejor estar vivo que muerto".

Ricard, que vive en Nepal y hace unos días viajó a Barcelona para impartir la conferencia "Altruismo, el corazón de la felicidad" con motivo del 25 aniversario de la Fundación Casa del Tibet en Barcelona, asegura que para él "la felicidad tiene vistas al Himalaya".

El polifacético monje reside en el monasterio nepalí de Shechen Tennyi Dargyeling con "el retiro, la meditación y una vida tranquila" desde las cuatro de la mañana, hora en que se levanta, hasta que anochece y se va a dormir.

El monje, que fue investigador bioquímico y filósofo, afirma que no ha perdido su espíritu científico y cuestiona, con un gran sentido del humor, el estudio científico al que le sometieron científicos de la Universidad de Wisconsin, que examinaron su cerebro y concluyeron que era el hombre que tiene "la mayor actividad registrada en un cerebro humano en el área asociada a las emociones positivas", de ahí que se empeñen en llamarle "el hombre más feliz del mundo".

"Esa investigación no tiene rigor científico porque nadie puede conocer el estado de ánimo de 7.000 millones de personas", dice.

Resulta difícil entender el secreto de este monje tibetano que llegó a investigar genética con el Premio Nobel de Medicina François Jacob y dejó la ciencia hace 40 años para dedicarse al estudio y la práctica del budismo con su difunto maestro, Dilgo Khyentse Rinpoche.

Ahora se dedica al altruismo a tiempo completo y ha escrito una decena de libros que van desde la fotografía para la preservación de las culturas del Himalaya hasta una combinación entre budismo y ciencia para analizar la situación global, con los que ha conseguido notoriedad internacional y "considerables beneficios", que ha donado íntegramente a la caridad y a desarrollar un centenar de proyectos humanitarios en el Tíbet.

Para Mathieu Ricard, la infelicidad nace de "una mala definición de la felicidad que lleva a vivir cansado, exhausto, apático", ya que "mucha gente confunde ser feliz con sentir placer siempre y de forma egoísta y eso no es posible; hay que aprender la resiliencia ante el sufrimiento porque también es parte de la vida".

"El ser humano tiene la capacidad de ajustarse a las dificultades y superarlas mediante su voluntad, estar siempre feliz o infeliz no tendría sentido ni siquiera a nivel evolutivo, es natural estar feliz a menos que haya alguna cosa por resolver y no es tanto la sensación sino como se decide vivirla", explica el asceta.

Lamenta que en muchas ocasiones la sociedad tenga una "visión distorsionada de la realidad", que atribuye, por ejemplo, a que un joven europeo de 20 años ve una cantidad de muertes en televisión que es "poco probable que haya visto incluso un periodista de guerra en zonas de conflicto, y eso aliena respecto a que en el mundo hay mucha menos violencia que hace cien años".

"Es cierto que queda mucho trabajo por hacer aún, pero no hay que negar el progreso: hay muchas más democracias, la condición de la mujer ha mejorado, la libertad de expresión es mayor, hay menos genocidios que hace un siglo", cuenta el monje con un optimismo casi contagioso.

Sin embargo, reconoce que "si bien la violencia entre seres humanos ha disminuido, no lo ha hecho hacia el planeta" y por eso defiende que "el mayor reto al que se enfrenta la humanidad es el cambio climático, ya que podría destruir todo este progreso y traer mucho sufrimiento".

Reconoce que queda mucho por hacer en el mundo y recuerda la importancia del papel de la mujer, coincide con el Dalai Lama en que le parecería bien una mujer como sucesora si tuviera más impacto que un hombre y cree que gracias a la educación eso es posible a día de hoy.

Antes de despedirse, recuerda que "todo el mundo merece compasión, incluso el peor dictador, porque todos los seres humanos sufren de la misma forma" y, cuando se le pregunta por qué el mundo a veces parece tan injusto, insiste en que él sólo es "un ciudadano más tratando de que el mundo sea un lugar más feliz".

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