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Se desvanece la tendencia de los años 80 que llenó las universidades de hijos de obreros

Solo uno de cada 10 estudiantes universitarios proviene de familias con escasos recursos y sin formación

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Sefi García
Redactora de sociedad y cultura

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 06 jun 2022

Sus estudios dependen además de becas o trabajo externo. Es la conclusión de un trabajo realizado por 20 universidades de Cataluña, Valencia y Baleares entre 50 mil alumnos. La universidad ya no es el bálsamo de Fierabrás para mejorar el estatus de los jóvenes.

A finales de los años 70 del pasado siglo se vivió toda una revolución en la Universidad: el sistema de becas permitió que los hijos de los trabajadores menos formados y con rentas más bajas pudiesen acceder a estudios superiores. La universidad se democratizó. En las familias caló la idea de que estudiar una carrera era el mejor ascensor social para que los descendientes consiguieran un mejor nivel de vida en el futuro. Datos del ministerio de Universidades e Investigación de la época señalan que en el curso 1.977/1.978 había en España más de 714.000 universitarios, suponía un 381% que en 1.960. La ratio pasó de 61 alumnos por cada 10.000 habitantes a 195. Filosofía y Letras incrementó sus matrículas en un 1.275%, por encima del 1.000% Economía, y titulaciones como Medicina o Derecho aumentaron por encima del 500%. Luis González Seara, de la UCD, estaba al frente del ministerio que obró el milagro: los hijos de los obreros coparon las universidades.

Ya no es una prioridad para las rentas más bajas

45 años después, la tortilla ha dado la vuelta: de los mas de millón trescientos mil universitarios que hay a día de hoy, solo 1 de cada 10 proceden de familias sin estudios y con rentas bajas. Y el parámetro ha empeorado con respecto al año 2.018. Son datos de una encuentra que ha realizado entre 50.000 alumnos de 20 universidades del arco mediterráneo, agrupadas en Xarxa Vives d'Universitats.

Según datos del INE, el 36,1% de los españoles tienen un nivel formativo bajo. Miguel Martínez, catedrático de educación de la Universidad de Cataluña ha contado a COPE que en ese sector de la población “ las familias no tienen como expectativa que sus hijos vayan a la universidad, ya no se percibe como un ascensor social, sobre todo si los progenitores no tienen estudios post obligatorios”. Ha cambiado la percepción que tienen de los estudios superiores, al contrario de lo que ocurrió en la primera década de nuestra democracia.

El sistema de becas tampoco ayuda, explica el catedrático, porque “son ayudas al estudio, necesitarían una beca salario para dejar de trabajar y tener un rendimiento adecuado, si esto no se resuelve no romperemos la tendencia”.

Sí para las medias y altas

Los datos de la encuesta muestran que el 58% de los estudiantes de grado y el 60% de los estudiantes de máster pertenecen a familias con nivel adquisitivo alto. Los de clase media suponen el 32% de los estudiantes de grado, y el 29% en los máster.

La familia es la que financia los estudios de forma abrumadora. Para el 28% de los universitarios los ingresos familiares son los que pagan todos los gastos. Los de clase media y los de clase baja se buscan la vida con becas y trabajo para completar el 18% y el 21% del coste respectivamente. Es el caso de Gabriela. Sus padres sufragan la mayor parte de los gastos pero intenta “echar una mano y sacar algo de dinero para ayudar dando clases particulares”, nos cuenta que es lo normal en su entorno.

La universidad parece ser el camino favorito para los estudiantes de familias con rentas más altas y estudios superiores, pero, nos recuerda en catedrático Miguel Martínez, la Formación Profesional de grado superior está experimentando un gran crecimiento, “ está teniendo una aceptación cada vez mayor, y hay muchas personas que optan, pudiendo ir a la universidad, por ella, porque ven que el mercado laboral está más claro. No todo se puede reducir a que entren en la universidad, pero es deseable que opten por una enseñanza superior”.

Es el caso de Antonio, que llegado el momento decidió estudiar una FP , en concreto de la rama de informática. Confiesa a COPE que “fue una de las mejores decisiones de mi vida. El tronco de estas enseñanzas se basa en estudios prácticos para el mundo laboral, puedes ver de manera más fácil si te quieres dedicar a ello o no, te evitas estar estudiando tochos de 100 páginas y te motiva porque estás estudiando algo que te gusta de maneras práctica”. Antonio además se quedó con un contrato laboral en la última empresa en la que hizo sus prácticas.

No en vano, ya hay casi un millón de estudiantes de Formación profesional en nuestro país.


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