La Toscana española está en Teruel y fue anarquista en la Guerra Civil: con uno de los pueblos medievales más bonitos

En la Comarca del Matarraña, en Aragón, un rincón sorprendente en la frontera con Cataluña y Valencia, se sitúa uno de los lugares ideales para pasar unos días de verano

Alamy Stock Photo

Entrada principal a la villa fortificada de Valderrobres

José Manuel Nieto

Publicado el

3 min lectura

Hay un rincón en Teruel, justo en el límite entre Cataluña y Valencia, donde el paisaje se tiñe de dorado al caer la tarde, los pueblos conservan su trazado medieval y el silencio solo lo rompen las cigarras. La Comarca del Matarraña, en Aragón, es uno de esos secretos que cuesta compartir, no por egoísmo, sino por miedo a que pierda su esencia. Se la conoce como la Toscana española, y el apodo no le queda grande.

Entre viñedos, castillos y pozas

Quien llega aquí buscando naturaleza se encuentra con un paraíso de senderos, ríos y piscinas naturales. Quien lo hace por la historia, acaba atrapado entre murallas, torres y una arquitectura que ha sobrevivido a siglos de guerras, epidemias y revoluciones. Y quien simplemente quiere descansar, descubre el lujo de vivir a otro ritmo.

El corazón de esta comarca lo ocupa Valderrobres, un municipio que no solo destaca por su belleza —reconocida por expertos y visitantes— sino también por su pasado agitado: fue bastión anarquista durante parte de la Guerra Civil. A orillas del río Matarraña, su puente de piedra y su castillo gótico reciben a los viajeros como si se tratase del decorado de una película, aunque aquí, todo es auténtico.

Alamy Stock Photo

Iglesia de Santa María la Mayor y castillo de Valderrobres en hora azul, crepúsculo y noche en Matarraña, Teruel, Aragón

Piedras medievales y memoria revolucionaria

Valderrobres no es un decorado turístico: es un conjunto histórico vivo, donde las casas conservan los balcones de madera, la iglesia gótica se alza como una vigía y los callejones empedrados susurran siglos de historia. Declarado Bien de Interés Cultural desde 1983, este pueblo ofrece mucho más que belleza. Su historia nos habla de reconquistas, litigios feudales y también de luchas sociales modernas.

En el siglo XII ya era un enclave importante dentro de la Peña de Aznar Lagaya. Tras pasar por manos eclesiásticas y señoriales, en el XIX vivió un auge económico gracias a su incipiente industrialización. Pero fue en la II República y durante la Guerra Civil cuando Valderrobres vivió uno de sus capítulos más intensos: la creación de una colectividad anarquista que intentó organizar la vida económica y social bajo otros principios. Aunque fue disuelta por el propio Gobierno republicano antes de la llegada del bando franquista, aquel episodio marcó para siempre la memoria del pueblo.

Alamy Stock Photo

Valderrobres, Matarrana, Teruel

Más allá del relato histórico, la comarca ha sabido renacer. En los últimos años, el turismo rural, la modernización agrícola y la recuperación del patrimonio natural y arquitectónico han devuelto la vida a una zona que sufrió el abandono. Hoy, Valderrobres y sus pueblos vecinos como Beceite, Calaceite o La Fresneda seducen a quien busca autenticidad.

Aquí no hay lucha por plantar la sombrilla, sino pozas cristalinas como el Salto de la Portellada, rutas mágicas como el Parrizal de Beceite y una gastronomía que bebe de la tierra y el olivo. A cada paso, el visitante puede oler el tomillo, escuchar el chapoteo de los ríos y entender por qué este lugar merece ser más que un apodo comparativo.

Porque la Toscana española existe. Está en Teruel. Y en verano, cuando los atardeceres pintan de oro las piedras centenarias y el agua fresca invita a quedarse, lo único que uno se pregunta es por qué ha tardado tanto en descubrirla.