El pueblo catalán que es España y Francia a la vez: hablan tres lenguas con una frontera en mitad de la calle
La división es tal que los edificios situados en el lado occidental de la calle se encuentran en la Avenue de France, mientras que los del lado oriental tienen como dirección postal la Avinguda de Catalunya
Pueblo de Le Perthus, Pirineos Orientales
Publicado el
3 min lectura
En pleno corazón de los Pirineos orientales, existe un lugar donde cruzar la calle implica cambiar de país. Se trata de El Pertús, o Le Perthus en francés, una localidad única en Europa por su configuración geográfica y política. Allí, España y Francia comparten acera, idioma y hasta supermercados, pero mantienen sus fronteras, sus leyes y sus precios. Este curioso pueblo binacional, repartido entre el municipio español de La Jonquera (Girona) y la comuna francesa de Le Perthus (Pirineos Orientales), ofrece una experiencia insólita al visitante: aparcar el coche en Francia y bajarse en España.
Historia de una línea invisible
Más sobre territorios en disputa
La frontera entre España y Francia discurre, literalmente, por la acera. Más concretamente, por el bordillo que separa la Avenue de France, en el lado occidental, de la Avinguda de Catalunya, en el oriental. El asfalto pertenece a Francia, mientras que la acera de enfrente es española. Así, uno puede comprar tabaco más barato en el estanco español, cruzar la calle para pagar en un parquímetro francés y salir del supermercado “La Frontera” con productos de ambos países. La división política se refleja hasta en los detalles más cotidianos.
Esta peculiar delimitación tiene su origen en el Tratado de los Pirineos, firmado en 1659, que estableció la actual frontera entre España y Francia. Pero fue el tratado fronterizo de 1866 el que fijó con precisión los hitos que aún marcan el límite, como los números 574, 575 o 576, que pueden encontrarse incrustados en el pavimento o integrados en jardines. Uno de los puntos clave es el Arroyo de la Condesa, hoy soterrado, que en su momento marcaba el límite entre ambas naciones y que hoy yace bajo la Carretera Nacional II.
Señal de tráfico de la entrada a la ciudad de Le Perthus
Durante décadas, Le Perthus fue un punto aduanero activo, imprescindible para quienes querían cruzar de un lado al otro. Sin embargo, desde la entrada en vigor del Tratado de Schengen, los controles desaparecieron, aunque las antiguas instalaciones de aduana aún permanecen en pie, como testigos mudos del pasado.
Lo fascinante es que la frontera es prácticamente invisible. No hay rejas ni muros. Solo señales de tráfico distintas, idiomas que cambian según el comercio y placas de calles que conviven en francés, catalán y español. A menudo se encuentran jardines divididos, árboles binacionales o cabinas telefónicas en territorio español junto a bolardos franceses.
Un equilibrio entre culturas, precios y jurisdicciones
La parte española del pueblo, Els Límits, es eminentemente comercial. Apenas viven residentes allí, pero sus tiendas, licorerías y estancos están abarrotados, especialmente los fines de semana. Y no es para menos: el tabaco, el alcohol e incluso los productos básicos son considerablemente más baratos en España que en Francia, lo que convierte a El Pertús en una especie de “Andorra de bolsillo”.
Le Perthus, Pirineos Orientales, Francia, Occitania
El día a día en este pueblo fronterizo está lleno de contrastes. La Guardia Civil y los Mossos d’Esquadra pueden ser vistos patrullando por calles francesas, mientras la gendarmería francesa actúa en la parte catalana cuando es necesario. Es habitual escuchar tanto francés como catalán, y muchos vecinos son trilingües por pura necesidad. Y aunque los tiques de aparcamiento no son válidos en el país vecino, ambos sistemas coexisten con señales que advierten de esta peculiaridad.
Más allá de lo anecdótico, El Pertús representa un ejemplo de cooperación entre estados, donde las fronteras, en lugar de separar, generan una sinergia de culturas y formas de vida. Cruzar de una acera a otra no es solo cambiar de país: es sumergirse en otra legislación, otra economía, otra lengua.
Este pequeño rincón entre España y Francia es uno de esos lugares que, sin necesidad de monumentos majestuosos ni paisajes sobrecogedores, marcan la historia desde lo cotidiano. Y para quienes se sienten atraídos por los límites, los mapas y los cruces culturales, El Pertús es una visita obligada. Aunque quizá lo mejor del lugar sea poder responder a la pregunta: “¿Dónde estás?”. Y contestar, con una sonrisa: “En ambos países a la vez”.