Dime qué comes y te diré que consecuencias puede tener para el planeta

La carne es prescindible en una alimentación saludable

Imagen de archivo de un supermercado

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Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

8 min lectura

3,5 millones de personas son vegetarianos flexibles en nuestro país, flexitarianos o flexivegetarianos. Basan su alimentación en productos de origen vegetal, pero también incluyen habitualmente huevos y lácteos. A diferencia del millón de vegetarianos y de veganos, pueden consumir ocasionalmente algo de carne y pescado. La carne no es imprescindible en una alimentación saludable, pero según los expertos consultados por COPE hay decisiones alimentarias más eficaces para la conservación del planeta.

Incluso las dietas vegetarianas más estrictas, las que excluyen cualquier tipo de proteína animal, son saludables si tenemos una buena formación nutricional e incluimos en nuestra dieta frutas, verduras, legumbres, cereales y frutos secos. En la mayoría de los casos basta con una suplementación con vitamina B12 para obtener todo lo que una personas sana necesita para funcionar. Adolescentes, mujeres embarazadas, deportistas y personas con problemas de salud deben tener un seguimiento más preciso que garantice que sus niveles de hierro, de calcio y de vitamina D son los adecuados.

Eliminar la carne tiene ventajas para nuestra salud

“Excluir la carne de la alimentación de forma de voluntaria sin eliminar otro tipo de productos de origen animal no conlleva ningún problema para la salud. En esos otros productos como el huevo tenemos un adecuado nivel de proteína y de vitamina B12. Hace 20 años alguien vegano era “rara avis” y ahora cada vez son más. Siempre que se haga con conocimiento y con cabeza y rigor aparte de la suplementación con B12 no debería de haber mayor problema” señala María Riestra, médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

Para Riestra, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), en dietas veganas estrictas es recomendable vigilar también los niveles de proteína porque “los productos de origen animal tiene proteínas de alto valor biológico que no están presentes en otros productos de origen animal y por ello puede ser una buena idea para quienes arrancan en este tipo de nutrición hacerse un análisis de sangre a los 3 meses”.

Esta forma de alimentación sin proteína animal o en la que este consumo se limita a la mínima expresión tiene, subraya, algunas ventajas muy claras para nuestra salud: “Son dietas hipocalóricas que contienen mucha fibra e interesantes también desde el punto de vista cardiovascular porque mejoran la presión arterial y el colesterol”.

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Las dietas vegetarianas calan sobre todo en los jóvenes

1 de cada 10 adultos mayores de 18 años se identifican en nuestro país como consumidores veggies, siendo la mayoría de ellos flexibles al incluir alguna proteína animal, según la última encuesta de The Green Revolution de 2023. Menos del 2 por ciento se declara estrictamente vegetariano y menos del 1 por ciento vegano, el triple en el caso de los menores de 25 años.

La salud, el planeta y los animales siguen siendo las principales motivaciones para seguir una alimentación más vegetal como tratan de hacer el 16 por ciento de los jóvenes. Para los flexitarianos la salud es el principal motivo de dar el paso seguido de la sostenibilidad y de los animales. Para los vegetarianos y veganos es, al revés: el bienestar animal es el principal argumento y en segundo lugar limitar el impacto medioambiental.

Tres motivos de peso por los que con 21 años Bea Barber se propuso pasarse en 2020 a una alimentación vegetariana en la que ocasionalmente incluye pescado: “generas menos emisiones de CO2 y tienes mejor salud porque comer carne en grandes cantidades, está claro que no es bueno, y cuidas también de la salud de los animales, todos ganamos”.

Por el planeta también Catalina De Bellescize de 18 años se pasó en la adolescencia a una dieta pescetariana, una de los 7 tipos de dietas vegetarinas existentes junto a la flexitariana, ovolactovegetariana, lactovegetariana, ovovegetariana, pollovegetariana y vegana: “soy vegetariana por el planeta, creo que es algo que tiene impacto medioambiental y para mí es importante. No como carne para disminuir mi huella de carbono, ya que en su producción se emplea mucha más cantidad de agua que en otros de los productos que forman parte de mi dieta”.

Para salvar el planeta dejar de comer carne es insuficiente

La producción de carne, especialmente la roja, genera metano y sabemos que el 14 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen de la ganadería, que exige además un uso intensivo del agua e incentiva una una mayor deforestación que otras industrias.

Para producir una sola hamburguesa se gastan 2.400 litros de agua, casi 100 veces más que los 25 litros que requiere producir medio kilo de lentejas. Según datos de la FAO, el 70 por ciento del agua que se gasta en el mundo va destinada a la producción de alimentos.

La industria cárnica requiere de una cantidad de agua mucho mayor que las verduras. Desde esta agencia de Naciones Unidas estiman que para producir 1 kilo de carne se necesitan entre 5.000 y 20.000 litros de agua. Cifras que contrastan con la de la industria agraria. Producir 1 kilo de centeno requiere como mucho 4.000 litros de agua y puede lograrse a partir de los 500 litros.

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Sin embargo, tal y como explica en COPE Julia Ayuso, directora de sostenibilidad de la Universidad Europea, dejar de comer carne no es lo mejor que podemos hacer con nuestra alimentación para la preservación del planeta.

“Hay bastante desinformación. Si nos basamos en la evidencia científica es cierto que la ganadería tiene impacto ambiental pero desde luego hay muchos factores que influyen y que pueden tener más peso. El principal y, en el que, en mi opinión, no se pone suficientemente el foco es el del desperdicio alimentario porque tiramos a la basura un tercio de lo que producimos en el mundo y con ello despilfarramos muchos de los recursos del planeta tanto de materias primas como en gasto energético” asegura Ayuso.

En España, cada persona derrochó una media de 65 kilos o litros de alimentos y bebidas en 2022, último dato disponible. El impacto ambiental de este desperdicio corresponde a 118 kilos de CO2 que contaminan nuestro entorno. Sin contar con que esos alimentos no han tenido ningún provecho. Cada día se tiran a la basura sin haberse tocado más de 1.000 millones de kilos de comida, según datos recientes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA,2002).

Tener una visión más global de nuestra huella alimentaria en el planeta pasa también por fijarnos menos en un determinado producto y más en el modelo de producción: “una misma verdura puede ser más o menos sostenible en función de cómo se cultive. Lo mismo ocurre con la carne. Si queremos cuidar la salud global que tiene en cuenta a los seres humanos y también a los animales y las plantas la solución es la producción proximidad que evita también el altísimo coste medioambiental del transporte y hay cada vez una mayor concienciación”.

Además, si nos importa el planeta, no debemos consumir productos procesados o ultraprocesados “producir tofu o seitán tiene menor impacto que la producción de carne, pero tampoco son neutros y luego ya si hablamos de sustitutivos de carne ultraprocesados que existen, tanto en el mundo vegetal como en el cárnico, pues requieren de un alto consumo de energía y, a menudo, también de transporte que hacen que su huella ecológica sea mayor que la de otros alimentos frescos de peor reputación”, señala Ayuso.

Veganos, los que tienen la dieta más restrictiva

Laura Jiménez forma parte de la Unión Vegetariana Española (UVE) que lleva 21 años en funcionamiento en nuestro país, dos décadas en las que la radiografía del vegetarianismo ha cambiado drásticamente hasta vivir en este momento un boom, aún no equiparable al de otros países vecinos como Alemania o Reino Unido, con mayor tradición, pero que sí implica un cambio de mentalidad.

Hace 12 años que Laura es vegana como otras 276.000 personas en nuestro país que prescinden de todo producto de origen animal, no solo huevos y lácteos sino también de la miel. Previamente y durante otros 7 años fue vegetariana, una dieta que excluye el consumo intencionado de carne, productos cárnicos y pescado y que siguen 670.000 personas en nuestro país.

“Hay que mostrar lo que hay detrás de la industria cárnica, nos enseñan anuncios coloridos y esa no es para nada la realidad. No nos hablan, en cambio, de las macrogranjas que están contaminando las aguas y el suelo con purines además de ser intensivas en el uso del agua tanto por el modelo de producción como por el pienso de que comen los animales cuya elaboración también conlleva deforestación en países en vías de desarrollo. Lo que producen es nocivo tanto para los animales conducidos a los mataderos de forma innecesaria, como para el medioambiente y también para nuestra salud”, subraya Jiménez.

Considera que el veganismo es la alternativa a toda esa forma insostenible de producir y de consumir que provoca sufrimiento y explotación animal: “cada vez hay más establecimientos veganos y también ha aumentado la oferta de platos sin proteína animal en la restauración tradicional. En los supermercados ya hay una cada vez más amplia oferta vegana. Sin contar con que muchas empresas que trabajan en I+D en productos plant based. Ser vegano es muchísimo más fácil ahora que hace dos décadas”.

Lo que falta, en opinión de Jiménez, para que esta dieta se extienda en nuestro país es además de desvelar las condiciones reales de producción de parte de lo que comemos que “nos cuesta cambiar de hábitos, nos da pereza, no tenemos mucho tiempo y no nos sentimos con fuerzas suficientes para afrontar conversaciones incómodas en las comidas o cenas con familiares o amigos”.

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