Críticas de los estrenos de cine del 21 de marzo

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín comenta “El Gran Hotel Budapest”, “Non-Stop (Sin escalas)”, “Jimmy P.”, “Byzantium”, “Yo creo”, “The Exam”, “La mujer del quinto”, “Los canallas”, “En tierra de nadie”, “La hermandad”, “Tú y yo”, “El Rayo” y “La partida”.

El Gran Hotel Budapest

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

18 min lectura

Películas como “Academia Rushmore”, “Los Tenenbaums”, “Life Aquatic”, “Viaje a Darjeeling”, “Fantástico Sr. Fox” o “Moonrise Kingdom” han convertido al texano

en uno de los cineastas actuales más singulares e inclasificables, con defensores y detractores incondicionales a partes iguales. Ahora mantiene esa aura de autor maldito-de culto en “El Gran Hotel Budapest”, donde introduce a un reparto de lujo en un imaginario lugar centroeuropeo, zarandeado por los conflictos armados del periodo de entreguerras.

Allí se desarrollan las alucinantes andanzas de Gustave H. (

), legendario conserje del famoso Gran Hotel Budapest, que toma bajo su tutela, casi paternal, al nuevo botones

(Tony Revolori), un chaval leal y espabilado. Sin comerlo ni beberlo, en medio de interminables conflictos armados, ambos se verán involucrados en el robo y la recuperación de una valiosa pintura renacentista, que enfrenta a Gustave con los miembros de una poderosa familia aristocrática.

Dice Anderson que este esperpento —a medio camino entre la comedia de enredo y la intriga melodramática— está inspirado en diversos escritos de

. Pero, desde luego, sus estrambóticos personajes no tienen la entidad dramática de las criaturas del famoso novelista vienés, ni su caótica narración goza de la solidez de las obras del autor de “Momentos estelares de la humanidad”. Eso sí, al peculiar cineasta texano le funcionan bien sus constantes golpes de humor surrealista —al estilo del slapstick mudo— y su curiosa puesta en escena retro, en formato 4:3 y con muchos planos estáticos, casi pictóricos, junto a otros extremados hasta lo grotesco. Además, exprime al máximo la imaginativa y abigarrada dirección artística de

, la estridente fotografía en tonos pastel de

el nostálgico y generoso acompañamiento musical de

... Todo ello, al servicio de unos espléndidos actores, eficacísimos en su premeditado histrionismo.

Lo dicho asegura un ligero entretenimiento para el público iniciado o favorable; pero seguramente sólo provocará en el gran público creciente perplejidad e, incluso, una cierta irritación, sobre todo ante algunas concesiones obscenas, zafias y hasta gore, toscas en sí y que restan ternura a los personajes. De modo que no cabe hablar de una gran película, sino de un original y sugerente divertimento, mucho más vacío y turbio por dentro de lo que aparenta su factura romántica y naif.

Divorciado, alcohólico y quemado, Bill Marks (

) se dispone a realizar su enésimo vuelo directo Nueva York-Londres como agente del servicio aéreo de los Marshalls. Al poco de despegar, recibe en su móvil una serie de anónimos mensajes de texto exigiendo que la aerolínea transfiera 150 millones de dólares a una cuenta extranjera. Si no lo hacen, morirá un pasajero cada veinte minutos. Se inicia así un angustioso juego del gato y el ratón a nueve mil metros de altura, a casi mil kilómetros por hora y con las vidas de 150 pasajeros y tripulantes pendientes de un hilo.

El barcelonés

(“La casa de cera”, “¡Goool 2!”, “La huérfana”, “Sin identidad”) consigue su película más redonda en este thriller de intriga y acción, en el que vuelve a dirigir con vigor al norirlandés Liam Neeson, bien secundado por

,

y otros actores mucho menos famosos. La trama no es muy original, pues actualiza los típicos relatos de

con numerosos sospechosos en un espacio cerrado. Además, si se piensa un poco, el guion de

,

y

seguramente tenga unas cuantas trampas e incoherencias.

Sin embargo, la película capta la atención del espectador de principio a fin, se enriquece con varias leves subtramas dramáticas y goza de una sostenida progresión narrativa. En este sentido, es fundamental la brillante puesta en escena de Collet-Serra, de inquietante planificación y agresivo montaje, muy a lo

. Queda así, una entretenida película de género, sin desagradables concesiones a la galería.

En 1948, ingresa en el Hospital Militar de Topeka, Kansas,

un alcohólico y taciturno indio pies negros, que combatió en Francia durante la Segunda Guerra Mundial y padece jaquecas, mareos, singulares alucinaciones y perdidas temporales de visión y audición como consecuencia de una caída que sufrió en el frente. Los médicos no encuentran ninguna causa fisiológica de esos males, así que le diagnostican esquizofrenia. Pero, antes de iniciar su tratamiento psiquiátrico, deciden solicitar su opinión a

, un extrovertido antropólogo y psicoanalista francés, experto en las culturas indígenas norteamericanas. Entre Jimmy y Devereux surge entonces una singular amistad, que cambia totalmente la situación.

Su trama médica y de encuentro interracial —basada en hechos reales— es interesante y puntualmente emotiva. Benicio Del Toro y Mathieu Amalric están espléndidos, y logran una química casi perfecta. La música de Howard Shore, la ambientación de Dina Goldman y la fotografía de Stéphane Fontaine resultan sugerentes y sustanciales. Sin embargo, no acaba de funcionar esta primera película estadounidense del francés Arnaud Desplechin (“Esther Kahn”, “Reyes y reina”, “Un cuento de Navidad”). Por el lado técnico, el montaje de Laurence Briaud es demasiado abrupto en sus transiciones temporales, de modo que a menudo estropea la vistosa planificación de Desplechin y genera confusión narrativa. Pero quizás la gran debilidad del filme sea el guion del propio Desplechin con Kent Jones y Julie Peyr; basado en el libro “Realidad y sueño”, de Georges Devereaux.

A menudo, su desarrollo narrativo es muy plomizo, quizás porque incide en exceso en los aspectos psicoanalíticos de las extrañas dolencias y el sórdido pasado del protagonista. Además, enfoca esos aspectos desde una perspectiva difusa e incluso críptica, sobre todo cuando entran en conflicto con las sinceras convicciones católicas de Jimmy. Estas inconsistencias alejan al espectador de los personajes, aumentan su perplejidad ante los importantes temas de fondo que se afrontan —alma y mente, el miedo a las mujeres, el peso de la culpa, las diferencias culturales…— y le dejan un regusto amargo, a pesar del cierto tono positivo del desarrollo y el desenlace. J. J. M.

Las misteriosas Clara (Gemma Arterton) y Eleanor (Saoirse Ronan) son madre e hija, aunque se hacen pasar por hermanas a causa de la escasa diferencia de edad que aparentan. En realidad, son dos vampiras —las únicas de su clan—, que huyen desde hace dos siglos de sus crueles e incansables jefes. Clara sobrevive como prostituta, y se alimenta de quien sea. Por el contrario, Eleanor es una joven culta y sensible, que sólo chupa la sangre a aquellos ancianos moribundos que se lo piden, confundiéndola con el ángel de la muerte. Tras sufrir un violento ataque, las dos abandonan la ciudad irlandesa en que viven, y se refugian en una perdida ciudad costera, donde Clara convierte en burdel el arruinado hotel Byzantium del pánfilo Noel (Daniel Mays). Mientras tanto, Eleonor enamora a Frank (Caleb Landry Jones), un joven tímido y cariñoso que esconde un doloroso secreto.

Treinta años después de “En compañía de lobos”, y veinte de “Entrevista con el vampiro”, el irlandés Neil Jordan (“Mona Lisa”, “Nunca fuimos ángeles”, “Juego de lágrimas”, “Michael Collins”, “El fin del romance”) retorna al género de terror con esta adaptación de la obra teatral “A Vampire Story”, de la inglesa Moira Buffini —la autora de “Tamara Drewe”—, que ella misma ha convertido en guion. Buffini enriquece las convenciones del género primando los peliagudos conflictos morales de las protagonistas, sobre todo cuando sus pasiones humanas entran en conflicto con sus instintos vampirescos. Este enfoque facilita el lucimiento de los actores, sobre todo de Saoirse Ronan, sensacional en su contenida caracterización de la lánguida Eleonor. Por su parte, Jordan crea una adecuada atmósfera entre romántica y malsana con la ayuda de la tenebrosa fotografía de Sean Bobbitt y de la exquisita partitura del español Javier Navarrete.

Sin embargo, esas cualidades se ven gravemente debilitadas por la excesiva sordidez de la historia, mostrada con desagradable explicitud por Jordan, sobre todo en su crudo tratamiento formal y verbal del sexo, y en varias secuencias muy violentas, en las que recurre al gore más chusco. Por otra parte, no le funcionan demasiado bien sus golpes de humor negro, y se muestra chapucero en el rodaje y montaje de algunas persecuciones y peleas, especialmente la del desenlace. Estos excesos y defectos contrastan demasiado con el tono hiperromántico y poético de las mejores secuencias —casi todas protagonizadas por Saoirse Ronan—, y dejan en el espectador la sensación de película fallida.

¿Existe Dios? ¿Es el mundo fruto de una casualidad? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué ocurre después de la muerte? ¿Está Dios presente en mi día a día? Estas son algunas de las radicales preguntas que afronta el debutante Vicenç Vila en este audaz documental, con versión en 3D y rodado íntegramente en catalán. Estructurado en torno a los tres grandes artículos del Credo —Creo en Dios Padre, Creo en Dios Hijo, Creo en Dios Espíritu Santo—, su objetivo es mostrar la hondura antropológica y teológica de la fe cristiana a través de los reflejos de la belleza divina y de los sentidos testimonios de decenas de creyentes: hombres y mujeres, pobres y menos pobres, sacerdotes, religiosos y laicos de todos los ámbitos laborales.

El resultado es un poco discursivo y abigarrado, pero sintetiza muy bien el punto de vista católico de las grandes cuestiones —el sufrimiento, el mal, la oración, la caridad, la gracia…—, a través de testimonios convincentes, veraces y emotivos, que desvelan el trato íntimo de los entrevistados con Dios y la importancia decisiva que tiene en su vida cotidiana. Todo ello, envuelto por una cautivadora contemplación de la belleza de la naturaleza y del arte cristiano, captada por la deslumbrante fotografía de Gemma Bas y acompañada por la preciosa banda sonora de Jordi Sanjuan. Lógicamente, este documental no agota el tema, pero plantea las preguntas adecuadas y ofrece numerosas respuestas incisivas y profundas. Unas preguntas y respuestas de gran valor pedagógico y catequético, que interpelan al espectador, creyente o no, y pueden ayudarle a robustecer su fe, a recuperarla o a descubrirla.

Como ha señalado

en la edición digital de la revista “Huellas”, la película “mueve y conmueve, porque devuelve a los breves pasajes de la Escritura su contemporaneidad inagotable. Porque remite a una Presencia que entra en la historia y sale al encuentro de cada uno cual padre del hijo pródigo. Porque ama las preguntas y se mide con las respuestas. Porque sabe dejarse tocar por la Gran Belleza”. No estaría mal que la viera

. Le daría muchas luces sobre la angustiosa búsqueda existencial que retrata en su oscarizada película.

Budapest, Nochebuena de 1957. Tras la violenta represión del levantamiento del año anterior, el miedo reina en las desoladas calles y en los destartalados edificios. Para evitar nuevas algaradas, el nuevo primer ministro,

, ordena que, antes del 31 de diciembre, se someta a prueba la lealtad al comunismo de los oficiales del temido Servicio Secreto. Uno de ellos es Jung András (

), un ambicioso espía del ámbito de la cultura, que usa de tapadera su supuesto trabajo como profesor privado de alemán. En su apartamento se suceden encuentros clandestinos entre agentes e informadores. El prestigioso teniente-coronel Markó Pál (

), su superior y único amigo, tiene el encargo de espiarle. La vigilancia toma un cariz inesperado cuando Markó descubre el secreto romance de Jung con Gát Éva (

), una misteriosa mujer con antecedentes contrarrevolucionarios.

Premio al mejor director novel en el Festival de Chicago 2012, esta segunda película del húngaro

(“Állítsátok meg Terézanyut!”) sigue los pasos de “La vida de los otros”, del alemán

, y plantea una durísima crítica a la terrible y burocrática deshumanización que generó el comunismo. A ratos, el guion de

es un poco confuso y excesivamente teatral. Pero nunca pierde su progresión dramática, subraya acertadamente los humanísimos conflictos cotidianos de los personajes —espías profesionales con una compleja vida familiar—, rompe la tensión con eficaces golpes de humor —alguno con un negro toque tarantiniano— y dosifica muy bien las diversas intrigas hasta el catártico desenlace.

Por su parte, Péter Bergendy dirige con rigor a sus sobrios actores, acrecienta la tensión con una inquietante planificación hiperdetallista —véase los espléndidos créditos iniciales—, y crea una atmósfera muy opresiva a través de la espléndida fotografía expresionista de

y de la minimalista y machacona banda sonora de

. Sólo cabe reprocharle una escena sexual demasiado morbosa y dilatada. Queda en todo caso una notable película de género, que desvela hechos pocos conocidos que conviene difundir.

Tom Ricks (

) es un patético escritor estadounidense, en crisis creativa desde hace años, que viaja a París en un intento desesperado por recuperar el amor de su ex esposa Nathalie (

) y de la hija de ambos Chloé (

), a las que tiene prohibido acercarse. Pero las cosas no marchan según lo previsto, y Ricks se ve obligado a hospedarse en una turbia pensión en los suburbios de la ciudad y a trabajar como vigilante nocturno para el siniestro mafioso Sezer

. Entonces entran en su vida la culta camarera polaca Ania (

) —novia de Sezer— y Margit (Kristin Scott Thomas), una mujer bella, sensual y misteriosa, que despierta su dormida inspiración literaria.

Esta adaptación de la novela “The Woman in the Fifth”, del neoyorquino

, no le ha quedado bien al polaco afincado en París

(Varsovia, 1957), conocido por las premiadas “Last Resort” y “My Summer of Love”, y del que próximamente veremos la muy superior “Ida”. Aquí vuelve a demostrar una fuerte personalidad visual —su planificación es muy sugerente— y una sólida dirección de actores. Pero no logra dotar de ritmo, intensidad y veracidad a la trama, quizás porque deja siempre a medio cocinar su cóctel de drama familiar, melodrama erótico, intriga policial y fantasía literaria. Además, carga tontamente la mano en las tórridas escenas sexuales de los dos romances paralelos, y nunca adopta una perspectiva moral clara, lo que desconcierta al espectador. Así que, a pesar de su corta duración, la película se hace eterna.

Capitán de un petrolero, Marco (

) regresa a París precipitadamente para ayudar a su hermana Sandra (

). Su cuñado acaba de suicidarse, la fábrica familiar está al borde de la quiebra y su sobrina Justine (

) está ingresada en un hospital psiquiátrico, con síntomas de haber sido reiteradamente violada. Sandra señala al poderoso empresario Edouard Laporte (

) como responsable de todos sus males. Decidido a vengar el daño que ha causado a su familia, Marco se muda al mismo edificio donde vive la amante de Laporte, Raphaëlle

), y el pequeño hijo de ambos, Joseph (

). Marco irá descubriendo poco a poco los secretos que su hermana le ha ocultado.

La sobrevalorada cineasta francesa

(“Beau travail”, “L’intrus”, “Una mujer en África”) confirma el morboso pesimismo de su mirada en este insufrible thriller de venganza, muy confuso por culpa de su elíptico montaje, y sazonado con unas cuantas secuencias sexuales casi pornográficas, que restan verosimilitud al argumento y rompen constantemente la progresión de la intriga central. Una intriga que incluye, además, varias peleas muy mal rodadas. Los actores se esfuerzan, sobre todo el siempre inmenso Vincent Lindon; pero no logran salvar de la quema este olvidable intento de cine neo-noir, del que sólo cabe recordar la turbia banda sonora de Tindersticks, la famosa banda inglesa de indie rock.

Walter (

) es un tosco asesino profesional que, tras fallar en un encargo, abandona la ciudad y acepta la oferta del siniestro jefe mafioso Berger (

) para proteger su casa en una remota región nevada de los Cárpatos. En este cometido le acompaña su amigo Micky

, que es todavía más idiota que él. Micky perderá los papeles cuando conoce a Sibylle (

), la provocadora amante de Berger. Un encuentro de consecuencias funestas.

En este delirante thriller cómico, el alemán

(“Tormenta silenciosa”) rinde homenaje a “El resplandor”, de

, e imita descaradamente a

y a los hermanos

en su cóctel de violencia desatada y situaciones surrealistas. Su puesta en escena es sugestiva y facilita el lucimiento cómico de los dos patéticos protagonistas, con motivaciones casi antagónicas. Pero todo suena a ya visto, a artificialmente pasado de rosca, también en sus cutres obscenidades, procacidades y bobadas. Eso sí, la banda sonora de

es bastante buena, y se completa con unas cuantas buenas canciones de todas las épocas.

En la fría y silenciosa oscuridad de un incomunicado monasterio vive La Hermandad, una rama de monjes benedictinos que cumple estrictamente sus rígidos votos de castidad, pobreza y obediencia. Se ocupan de curar a Sara (

), una famosa escritora de novelas de terror y misterio, que acaba de sufrir un grave accidente y debe guardar cama durante algún tiempo. Muy pronto Sara empieza a sentir curiosidad al observar ciertos detalles que llaman su atención: extrañas manchas en el techo, llantos infantiles nocturnos, un libro escalofriante, una cripta escondida…

Este primer largo del cortometrajista español

quiere parecerse a “El orfanato”, de

, pero recuerda más bien a las casposas producciones de fantaterror de hace cuarenta años. El guion está plagado de tópicos, carece de ritmo y tensión, e insiste en un apolillado anticlericalismo. En su torpe afán de conmover al espectador como sea, las interpretaciones son enormemente declamativas y teatrales. Y la realización de Martí carece de personalidad propia y nunca pasa de funcional. Una floja propuesta, por tanto, que queda a años luz de otros recientes títulos españoles del mismo género. Se salva un poco la música de

.

Algunas webs importantes afirman que esta se semana se estrena también este mediometraje del barcelonés

(“Eva”). No ha habido manera de confirmarlo en ninguna de sus productoras ni, por supuesto, de ver la película. Según la información disponible, se trata de una historia de ficción que se desarrolla durante una imaginaria gira del cantante almeriense

—que se interpreta a sí mismo—, y se centra en su encuentro fortuito con una joven fan, Laura (

), que se refugia misteriosamente en su caravana. De ese encuentro inesperado se derivan unas consecuencias sentimentales y profesiones que marcarán la vida del artista.

Por su tráiler, se trata de la típica road-movie de gira de conciertos, con abundantes actuaciones en directo de David Bisbal, hilvanadas por una sencilla y convencional trama romántica, con sus momentazos, bajonazos, escenas subidas de tono y alguna confidencia del protagonista, en la que desvela aspectos emotivos de su vida. Poca cosa, por tanto: un largo spot publicitario del nuevo disco “Tú y yo” —recién editado—, que le sirve al cantante para debutar como actor, y que seguramente esté bien rodado y montado por Maíllo. Gustará a los incondicionales de Bisbal.

es un inmigrante marroquí que lleva trece años trabajando en España. Harto de la precariedad en que vive, decide volver a su hogar, donde le esperan su esposa y sus cuatro hijos. Para ello, invierte todos sus ahorros en la compra de un tractor de segunda mano —un viejo Massey Ferguson, bautizado como El Rayo—, que le podría servir para ganarse dignamente la vida en Marruecos, cultivando unas tierras que acaba de heredar. Sin más dilación, se monta en El Rayo e intenta conducirlo por carreteras secundarias hasta Algeciras, que está a cientos de kilómetros.

Cae muy simpática esta minimalista película de

(“Proteger bajo el fuego”) y el debutante

a medio camino entre el documental y la ficción, y que recuerda —por su conmovedora humanidad— a “Una historia verdadera”, la obra maestra de

Estos jóvenes directores españoles suplen su escasez de medios —rodaron todo con una sola cámara— a través de una serena puesta en escena ultranaturalista y poética, que llenan de vida y verdad las decenas de personajes —todos ellos interpretándose a ellos mismos—, que dificultan, retardan o facilitan el decidido camino del entrañable Hassan Benoudra. Éste también se interpreta a sí mismo con apabullante autenticidad, mostrándose como un hombre honesto, religioso y divertido, con un admirable sentido del trabajo, la familia y la solidaridad en las relaciones humanas. Queda así una notable película testimonial, que de paso retrata con certera incisividad los preocupantes efectos de la crisis económica y moral en la España profunda

Reinier (

) vive con su novia y su hijo en la casa de la abuela de ésta. Por las noches, Reinier alquila su cuerpo a turistas extranjeros, como Juan (

). Por el día hace lo único que le interesa en la vida: jugar al fútbol. También apuesta su dinero buscando un golpe de suerte que le cambie la vida a mejor. Yosvani (

) es su compañero en los partidos de fútbol. Él se emparejó con una chica mayor que él, lo cual le permitió vivir en La Habana. Viven con el padre de ella, Silvano (

), que es prestamista y también vende ropa de contrabando a chicos como Reinier. En este entorno hostil, y en secreto, Reinier y Yosvani comienzan una historia de amor, por la que tendrán que luchar contra viento y marea.

Quizás tenga cierto interés el retrato que hace este indigesto culebrón de la abigarrada y a menudo degradada vida cotidiana en La Habana, dominada por el instinto de supervivencia. Pero sus posibles logros se quedan en casi nada por culpa de la acrítica exaltación de la ideología de género que lleva a cabo en ella el cordobés

(“Clandestinos”), concretada además en decenas de secuencias sexuales casi (o sin casi) pornográficas. Por otra parte, su hiperrealista puesta en escena es bastante plana, y las interpretaciones resultan muy irregulares y tienden al histrionismo. Especialmente patética es la artificiosa caracterización del actor y político valenciano Toni Cantó, diputado del Congreso de los Diputados de España por UPyD.

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