El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, ha declarado en las últimas horas que su país se opondrá a cualquier forma de dominación en el Indo-Pacífico. Lo declarado es exactamente lo contrario de lo que viene haciendo Estados Unidos desde que Trump es presidente. El repliegue de la todavía primera potencia mundial ante la expansión de China es realmente preocupante. La guerra comercial contra China desatada por Trump ha permitido a Pekín aparecer como el defensor del libre comercio. Paradojas del momento en el que vivimos. La cumbre del presidente de Estados Unidos con el líder de Corea del Norte hace unos meses, sin agenda, sin compromiso alguno para avanzar en la desnuclearización de la península, ha supuesto de facto una retirada militar de Washington. Japón y Corea del Sur contemplan con sorpresa y temor la marcha de su socio.

La errática política exterior de Trump, que se ha quedado sin socios, ha propiciado que China esté ocupando a toda prisa el espacio que queda vacío. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, que Xi Jimping impulsa, supone un gran plan de inversiones que salpicará todo el mundo. Al control estratégico del Estrecho de Malaca se unen las cabezas de puente en Pakistán, Sri Lanka y el control del puerto de El Pireo en Grecia. El poder chino, que es el de un régimen sin libertades, se extiende por Asia, África y América Latina. Nunca fue tan inoportuno el aislacionismo de Estados Unidos.