Esta semana, a pesar de los puentes, ha sido legislativamente muy intensa. Sobre todo, en la reforma del Código Penal. Nos hemos acostumbrado a que los 13 diputados de ERC manden en un Congreso que tiene 350 diputados. Eso erosiona, el sistema constitucional. La erosión del sistema constitucional se manifiesta de diversos modos. En un sistema constitucional normal, el Tribunal Constitucional contrapesa al Parlamento. Hay controladores, los magistrados del Constitucional que controlan al Gobierno y al Parlamento. Pero como ahora, a los magistrados del Constitucional los nombra el Gobierno entre sus altos cargos, los que debían ser controlados designan a sus controladores con el objetivo de no ser controlados. Algo de esto hizo también el PP en su momento, pero ahora se ha agravado hasta lo inusitado.

Además, hemos pasado del pluralismo de partidos a los bloques absolutamente cerrados. Votar al PSOE es votar a ERC y a Bildu para muchas cosas. El Parlamento, por otra parte, languidece. En un sistema constitucional sano, el Congreso y el Senado sirven para deliberar, para debatir los proyectos de ley. Pero en nuestro Congreso ya no se debate casi nada, antes de empezar la tramitación es habitual saber cuál va a ser el resultado. Todo se aprueba con rapidez, sin poder reflexionar ni alegar argumentos que puedan desembocar en pactos. Todo es previsible. Y esto cuando no se utiliza el decreto. Sin instituciones sólidas, la convivencia se deteriora.