Línea editorial COPE: Una triste forma de pasar a la historia
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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La relación entre Bildu y la estrategia política de Sánchez se ha convertido en el tema principal de la campaña para el 28 de mayo, y promete continuar hasta las elecciones generales de fin de año. Bildu es la última marca del mundo político surgido en torno a ETA.
Es un partido legal, pero nunca ha realizado una crítica de los crímenes de ETA ni ha pedido perdón a sus víctimas, y sigue trabajando para conseguir un País Vasco independiente y socialista.
Sin embargo, se ha convertido en una pieza necesaria para el Frankenstein que permite a Sánchez gozar de estabilidad política.
El apoyo de Bildu ha permitido al Gobierno la aprobación en el Congreso de las leyes más controvertidas y, a cambio, ha introducido a los herederos políticos de ETA en “la dirección del Estado”, en palabras de Arnaldo Otegui.
Se puede preguntar por qué Bildu decidió colocar en sus listas a siete etarras con delitos de sangre, así como a 37 condenados por terrorismo.
Se trataba de reivindicar la memoria de ETA, en un claro ejemplo de desafío que refleja hasta qué punto ese mundo está crecido gracias a Sánchez.
La reacción indignada de buena parte de la sociedad ha forzado una pequeña corrección táctica, pero el hecho es que Sánchez no ha sido capaz de comprometerse a no seguir pactando con Bildu.
Además, ha quedado en evidencia su dependencia de este partido cara al futuro, como le ha señalado Otegui una vez más.
Sánchez piensa, quizás, que la capacidad de olvido de la sociedad española es muy grande, pero también es posible que estos pactos de la vergüenza con Bildu le persigan mucho tiempo, en su historia política y en las urnas, por mucho que grite e insulte a la oposición.