La aprobación de los Presupuestos para 2023 supone para el Gobierno un logro que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado Pedro Sánchez al comienzo de legislatura. Pero de éxito también se muere, y esa es la amenaza que afronta el PSOE en la recta final hacia las elecciones.

Es ingenuo pensar que no tendrá consecuencias pactar el apoyo de Bildu a cambio de retirar a la Guardia Civil de Navarra pese al argumento de que se trata solo de tráfico. En cuanto a la dependencia del nacionalismo catalán, difícil lo tendrá el Ejecutivo para vender su mensaje de distensión en un escenario de competición independentista entre sus aliados de ERC y PDeCAT.

Con sus socios de Gobierno la cosa pinta aún peor. Sánchez atajó de forma hábil el conflicto cuando algunas ministras socialistas aprovecharon el escándalo de la ley del “sí es sí” para evidenciar las inconsistencias e inexperiencia de Unidas Podemos, pero a la izquierda del PSOE el incendió siguió propagándose y está hoy fuera de control.

Entre quienes apuestan por reeditar la coalición y quienes aspiran a controlar ese espacio político en la oposición van ganando los segundos, encabezados por Pablo Iglesias. De modo que, salvo que se interponga una inesperada ventana demoscópica, esos son los bueyes con los que tendrá que arar Pedro Sánchez hasta el final de legislatura, y lo que ararán no será otra cosa que el descrédito de su Gobierno.