El gran teólogo Olegario González de Cardedal, ha señalado un aspecto que desfigura a la sociedad española: la desaparición de toda alusión a Dios en el lenguaje público, como si la fe en Dios no estuviera presente en la vida de muchos españoles, y como si no hubiera dejado huella alguna en nuestra historia.

En un luminoso artículo publicado ayer en La Tercera del diario ABC, hace referencia al gran diálogo entre el entonces cardenal Ratzinger y el filósofo agnóstico Habermas, en el que concordaron que, ni el creyente puede imponer su lenguaje al increyente, ni este a aquel, pero ambos han de esforzarse en un diálogo significativo. El silencio sobre Dios empobrece nuestra convivencia, por eso González de Cardedal propone como tarea para los cristianos, en la España de hoy, proferir el nombre de Dios en un tono de verdad y de sobriedad que permitan percibirlo como fundamento de nuestro ser humano.

Como contraste, se ha suscitado en la ciudad alemana de Colonia una fuerte polémica tras autorizar el alcalde la llamada a la oración de la tarde desde los alminares de las mezquitas. En Colonia el 12% de la población es musulmana, una comunidad empeñada en manifestar en la plaza pública el fundamento religioso de su identidad.

Europa debería recordar que su propia identidad se funda en aquel “buscar a Dios”, que Benedicto XVI invocó en su discurso en el Colegio de Los Bernardinos de París. Europa no puede funcionar sin una laicidad abierta que reconozca la aportación sustancial de la experiencia religiosa a la convivencia civil.