Línea editorial: "La amada y martirizada Siria"
La guerra ha causado un número indeterminado de muertos y heridos, millones de personas que han tenido que abandonar el país

Línea editorial: "La amada y martirizada Siria"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Este domingo, tras la Eucaristía celebrada para conmemorar los 500 años de la evangelización de Filipinas, el Papa Francisco ha querido que no nos olvidemos de Siria; la amada y martirizada Siria, como la ha calificado, que hace ahora diez años iniciaba una sangrienta guerra, causante de una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestro tiempo.
Un lugar especialmente significativo por ser una suerte de tablero en el que, a pequeña escala, se libra una batalla con repercusión mundial, y del que, a pesar de tener esa relevancia, rara vez encontramos en los medios de comunicación la atención que merece.
La guerra ha causado un número indeterminado de muertos y heridos, millones de personas que han tenido que abandonar el país, miles de desaparecidos, destrucción y violencia de todo tipo, que han supuesto terribles sufrimientos para toda la población, especialmente para los más vulnerables, como los niños, las mujeres y los ancianos.
Como ha hecho el Papa, hay que renovar la llamada a las partes en conflicto, para que manifiesten signos de buena voluntad y se pueda abrir de una vez un horizonte cierto de esperanza. La comunidad internacional tiene el deber moral de no mirar para otro lado y de no cejar en el empeño constructivo y solidario, también para desempeñar un papel decisivo en el medio plazo y para que, una vez depuestas las armas, se pueda volver a coser el tejido social y así poner en marcha la reconstrucción integral que Siria necesita.



