España ha conseguido el tercer puesto en el Festival de la Canción de Eurovisión, su mejor clasificación en casi 30 años. Esta edición, celebrada en Turín, ha estado marcada por la invasión de Ucrania, a la postre ganadora del certamen, con una canción que distaba mucho de ser la mejor de la presentadas.

El caso español ilustra hasta qué punto algunos están dispuestos a politizarlo todo. Lo que sucedió cuando se eligió la canción española en el recuperado Festival de Benidorm, fue sencillamente vergonzoso. La apuesta de cierta izquierda por canciones que le venían bien para sus intereses partidistas, le llevó a despreciar a la ganadora, a acosarla en redes sociales, e incluso, a abrir un debate surrealista en el Congreso sobre el supuesto machismo de la letra de la canción.

Sin entrar en la calidad de la citada letra, lo cierto es que Chanel Terrero ha demostrado, con su trabajo y dedicación, cómo acertar con el producto que el festival requería. Esta cantante y bailarina hispano-cubana ha sabido mantenerse al margen de esas disputas barriobajeras y representar a España, envuelta en su bandera, saliendo artísticamente por la puerta grande. Comentario aparte merecen quienes practicaron primero un linchamiento político y social, pero el sábado por la noche se apuntaron al carro vencedor, mostrando una enorme hipocresía. Los piropos, a posteriori, que le dedicaron en las redes del PSOE y de Podemos dan vergüenza ajena.