Al final el avance de la ultraderecha en Suecia no ha sido tan drástico como apuntaban algunas encuestas. El populismo xenófobo se ha quedado en tercer lugar. La socialdemocracia mantiene el primer puesto aunque que anota el peor resultado de su historia, pero ha conseguido más del 28 por ciento de los votos. Otra cosa es que tanto al bloque de centro-derecha como al bloque de centro-izquierda le vaya a ser fácil conseguir suficientes apoyos para sumar una mayoría.

El populismo ha conseguido, en cualquier caso, más del 17 por ciento de los votos. El caso sueco es mucho más que una anécdota. El país, considerado durante mucho tiempo como el paraíso del Estado del Bienestar, tiene en este momento un alto crecimiento económico y casi pleno empleo. La economía sueca crece al 3 por ciento, el paro está en el 6 por ciento. La ultraderecha ha agitado en la campaña un supuesto incremento de la delincuencia vinculado a la llegada de refugiados en 2015. Pero lo cierto es que los índices de criminalidad no han aumentado sustancialmente. El alza del populismo xenófobo se explica en gran medida por los temores de la Suecia rural a la globalización. Como sucedió en el Reino Unido con el Brexit, hay europeos que buscan una identidad conflictiva y cerrada como reacción a un mundo que se les ha hecho demasiado grande. Es el fantasma que recorre toda Europa.