Una luz en el debate sobre los vientres de alquiler

"Entregarnos a la barbarie de aceptar socialmente y a la postre legalizar los vientres de alquiler, supondría asumir que todo lo que es posible, se puede realizar"

Vientres de alquiler
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Escucha la línea editorial de la mañana del lunes 5 de mayo de 2025

Redacción digital

Madrid - Publicado el

2 min lectura

El debate sobre los vientres de alquiler, que a menudo se trata con el eufemismo de “gestación subrogada”, ha vuelto al foco de la opinión pública tras la nueva instrucción del Gobierno que prohíbe inscribir en los consulados a los niños nacidos en el extranjero mediante esta práctica. Es cierto que la medida en sí es un tanto tibia e ineficaz en el fondo, porque bastará con que el padre biológico registre al bebé para que el otro pueda adoptarlo, pero lo cierto es que en medio de un contexto cultural, social y político en el que se ensalza la libertad individual sin límites y la creación de nuevos derechos a la carta, es ya una buena noticia que este tipo de cuestiones, sobre las que se ha echado un velo para cerrar el debate, vuelvan siquiera a saltar al primer plano de la actualidad. Es en cualquier caso una oportunidad excelente para hablar de ello, argumentar y, sobre todo, acoger con verdad a cuantos sumidos en un relativismo que ya no hace saltar las alarmas de la conciencia, no ven mayor problema en aceptar y legalizar la compraventa de bebés. Porque se trata en realidad de eso, de una práctica que reduce la maternidad a un objeto más de comercio, explota a la mujer y la cosifica, en algo abiertamente contrario a la dignidad de la persona humana, donde en particular se usa el cuerpo femenino, y toda su persona, reduciéndola a ser una suerte de incubadora humana.  

Este tipo de prácticas vienen a menudo envueltas en altas dosis de emotivismo moral para hacerlas más digeribles e incluso nublar el juicio y así presentarlas como buenas y deseables. Aprovechemos la ocasión, para recordar que el fin nunca justifica los medios, que toda persona humana es un fin en sí mismo, que toda vida humana es un don, no un derecho, y que entregarnos a la barbarie de aceptar socialmente y a la postre legalizar los vientres de alquiler, supondría asumir una vez más que todo lo que es técnicamente posible, se puede realizar.  

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