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La historia de Irlanda, un siglo de una isla dividida

El conflicto histórico entre Dublín y Londres terminó cristalizando en una separación que, 100 años después, sigue dando de que hablar, sobre todo desde la llegada del Brexit

Un hombre levantando la bandera de Irlanda durante un acto homenaje

PAUL MCERLANEEFE

David Ferreiro

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 12:53

Desde 1801 hasta 1922 la isla de Irlanda se mantuvo unida bajo la bandera del Reino Unido. Sin embargo, esa unión no representaba el sentir del pueblo irlandés, que no se sentía conforme con que las directrices a seguir fueran emitidas desde Londres.

Y es que la relación entre la capital del Reino Unido y Dublín siempre estuvo marcada por las tensiones, que durante bastantes años parecían difícilmente solucionables. La gran parte de Irlanda no se reconocía bajo la normativa y costumbres británicas, a pesar de los lazos e idas y venidas a nivel histórico entre ambas islas.

Casi desde el primer momento en el que los dos territorios se anexionaron a partir del Acta de Unión de 1800, la sociedad irlandesa mostró su intención y su sentir diferente, buscando cierta independencia a pesar de pertener a una misma nación que sus 'vecinos'.

El sentir común de parte del pueblo irlandés fue escuchando más de un siglo después, concretamente en 1912, cuando la isla consigue cierta autonomía limitada gracias a un tratado firmado entre su parlamento y el de Londres en 1912.

Una solución que desde el palacio de Westminster se confió en que calmara las voces disidentes, pero que en realidad fue el principio de un largo proceso que terminaría con la división de la isla en dos.

En un primer momento, la medida consiguió el efecto necesario, calmando la sed secesionista irlandesa que había comenzado a finales del siglo anterior, pero la situación comenzó a cambiar con la llegada de la Primera Guerra Mundial y las dificultades que atravesaba Irlanda durante los años anteriores, una coyuntura que hizo que muchos decidieran hacer las maletas y emigrar.

Tras el estallido de la Gran Guerra, parte de los nacionalistas irlandeses se opusieron frontalmente a la participación del Reino Unido en el conflicto, por lo que se tomaron la justicia por su mano y proclamaron, sin consenso ni acuerdos, la República de Irlanda.

Los intentos de separación

Esta declaración, conocida como el Alzamiento de Pascua, carecía de oficialidad, pero alimentaría un sentimiento separatista que comenzaría a crecer a grandes pasos. Para muchos historiadores, este momento sería el que sentaría las bases de la posterior independencia del pueblo irlandés.

Fue en esa misma sublevación cuando el Sinn Féin, un movimiento nacional irlandés, se empezaría a constituír como partido político a favor de la independencia del territorio, ganando adeptos gracias, en parte, a la represión ejercida desde Londres contra los sublevados de Pascua.

De hecho, solo dos años después se celebrarían unas elecciones generales en Reino Unido que marcarían un antes y un después. Para el Sinn Féin, estas elecciones fueron encaradas como un plebiscito, cuyos resultados les servirían para legitimar su lucha.

El éxito fue rotundo, cosechando el 70% de los votos en la isla, lo que se traduciría en la consecución de 73 escaños de los 105 que le correspondían a Irlanda, colocando el partido como el primero en la isla y el quinto en todo el Reino Unido. Tras esto, el Sinn Féin volvió a declarar la independencia de la República de Irlanda, esta vez bajo la premisa de la legitimación otorgada por el voto popular.

Esta desobediencia, unida al clima de crispación creciente por las múltiples diferencias entre territorios y al asesinato de dos policías voluntarios, terminó desecadenando en la Guerra Anglo-Irlandesa, una guerra de guerrillas que estalló en 1919 y enfrentó al Ejército Republicano Irlandés (IRA) defendido por el Sinn Féin, contra las unidades británicas.

El conflicto no finalizaría hasta 1921 con la firma del Tratado Anglo-irlandés, dejando más de 2.000 muertes en el camino. Este tratado reconocía la creación del Estado Libre Irlandés, convirtiendo la isla en un dominio con autogobierno dentro del Imperio Británico, al igual que otros territorios como Canadá o Australia.

Fue en ese momento en el que se gestó la separación de la isla, ya que el territorio de Irlanda del Norte, creado tan solo un año antes y con mayor afinidad con las políticas y las creencias británicas, tenía la opción de abandonar el Estado Libre, decisión que finalmente acabarían tomando al día siguiente de la proclamación oficial.

Sin embargo, diversas fuerzas entre las que destaca el IRA, no estaban de acuerdo ni con el grado de autonomía, ni con la decisión de sus vecinos del norte, por lo que comenzó un periodo de violencia contra la zona norte de la isla que obligó al ejérctio británico a intervenir para defender a aquellos que sí habían aceptado las condiciones del tratado.

Un conflicto fraticida

Esto dio cominezo a la Guerra Civil Irlandesa en 1922. Irlanda se había separado entre unionistas y nacionalistas y entre los protratado y los antitratado. Aunque el conflicto no llegaría al año de duración, finalizando en mayo de 1923, el resultado fue debastador, con miles de muertos y heridas en la sociedad irlandesa que, aún a día de hoy, continúan sin cicatrizar.

Como fruto de esta profunda separación, en 1937 se redactaría la Consitución de Irlanda, que marcó el comienzo de la República que conocemos en la actualidad. Pero esto, por desgracia, no significaría el fin del conflicto, que continuó durante los siguientes años.

De esta manera, en 1968 empezaría el conocido como conflicto norirlandés, en el que se enfrentarían los partidarios a la anexión con sus vecinos republicanos y los partidarios de la pertenencia a la corona británica, dando inicio a un nuevo enfrentamiento que tendría horribles episodios como el Domingo Sangriento de 1972, y que duraría hasta 1998, cuando se firmó el Acuerdo de Viernes Santo.

Este pondría fin a 30 años de conflicto entre vecinos, firmando una paz que dura hasta día de hoy y significando el principio del fin del IRA, que dejaría la lucha armada, aunque no de manera oficial hasta 2005.

Desde entonces, la violencia ha pasado a ser residual, aunque existente, con pequeños ataques a lo largo de los últimos años. Eso sí, protagonziados por sectores más radicales, mientras que la gran parte del pueblo irlandés, tanto del norte como del sur, defienden la paz y la convicencia.

Una convivencia que ha atravesado por multitud de situaciones a lo largo de este siglo de existencia. Ahora, con la llegada del Brexit, ha vuelto a aparecer la duda en el horizonte de si alguna vez conseguirán resolver sus diferencias y volver a unificar la isla de Irlanda bajo una misma bandera.

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