El abecé del manual de un partido político dice que un candidato nunca puede admitir de antemano una derrota, porque eso acentuaría más las escasas posibilidades de éxito de una formación. Todos se dan de entrada por vencedores, aunque de puertas adentro sepan la verdad de lo que les depararán las urnas. Y el PP no es ajeno a esta tendencia.

Las encuestas publicadas en los últimos días insisten en que el bloque de centro-derecha gana en votos, pero esta victoria no se traduce en escaños. Por eso, la clave para los populares pasa por que los electores empiecen a asumir que, si quieren echar a Pedro Sánchez, tienen que votar al PP. Y esto, apuntan en el partido, es lo que empieza a calar en los ciudadanos. Es decir, que si hay “una mayoría social que no quiere que Sánchez continúe, hay que reagrupar el voto”.

En la calle Génova no preocupan tanto las grandes circunscripciones. Dan por sentado que los votos que ellos pierden en estas plazas irían a parar a sus potenciales socios: a Ciudadanos o a Vox. Pero sí que les inquieta, y mucho, lo que pueda ocurrir en las provincias pequeñas, donde esos “votos perdidos”, podrían llegar a beneficiar a PSOE o a Podemos. De ahí el llamamiento al voto útil de los populares. Y es que, calculan, en estas plazas están en juego hasta veinte escaños. Es decir, que aquí puede decidirse el llegar o no llegar a Moncloa.

En el PP calculan que con que solo un dos por ciento del electorado cambiará de intención de voto en esas provincias a favor de la formación que lidera Pablo Casado, podrían obtener escaños suficientes para gobernar, de ahí que reiteren que “las cosas, no van mal”, sobre todo porque, augura el propio presidente popular, “la campaña se les va a hacer muy larga, tanto a Sánchez como a Abascal”.