Sol Carreras.

En estos tiempos de desafección por la política y de peticiones a favor de una "democracia real", hay ejemplos de participación directa en pueblos de menos de cien habitantes como La Hiruela, en Madrid, donde todos los vecinos ejercen como concejales gracias al régimen de concejo abierto.

"Es el régimen más democrático que pueda existir porque participan todos los vecinos", asegura a Efe el alcalde de La Hiruela, Ignacio Merino, que lleva más de dos legislaturas al frente y aspira en estos comicios a la reelección.

Este pueblo, con 69 habitantes censados, es el único de la Comunidad de Madrid que funciona en régimen de concejo abierto junto con Madarcos, ubicado también en la Sierra Norte.

En toda España son 103, según datos del Ministerio del Interior, la mayoría de menos de cien habitantes.

Y es que uno de los requisitos que plantea la legislación para poder funcionar con esta particular forma de gobierno es que la localidad tenga este tope de población o que haya conservado este régimen por tradición.

En La Hiruela el concejo abierto empezó a aplicarse en las primeras elecciones municipales de la democracia, en 1979, y se ha mantenido hasta la actualidad por decisión de los sucesivos alcaldes y de los vecinos, que son los que en última instancia votan a favor o en contra de esta fórmula.

"Genera un esfuerzo añadido por parte de los vecinos (...) Hablando con alcaldes de municipios que han dejado de tener este régimen de gobierno aluden a esto, a que es poco práctico", explica el regidor de La Hiruela.

En su caso, es un firme defensor de una fórmula que convierte a todos los vecinos empadronados y mayores de edad en concejales del ayuntamiento.

"Si sigo como alcalde una de mis promesas es continuar así", sostiene Merino, que se presenta bajo las siglas del PP.

En los regímenes de concejo abierto en vez de plenos municipales hay asambleas vecinales donde el alcalde fija un orden del día para debatir y tomar decisiones junto con sus conciudadanos.

La Hiruela celebra asambleas ordinarias cada tres meses en una sala del ayuntamiento y extraordinarias cuando es necesario, siempre en domingo o día festivo para no interferir con las obligaciones laborales de los vecinos.

"Las reuniones no duran menos de dos horas nunca, aquí se discute todo y se habla de todo", cuenta el alcalde, que es el encargado de moderar los debates.

Una secretaria toma nota de todas las intervenciones para elaborar el acta, que se envía a los vecinos de cara a la siguiente asamblea con el orden del día correspondiente.

En el apartado de ruegos y preguntas, al término de la asamblea, los vecinos aprovechan para exponer problemas o preocupaciones particulares y otras que son comunes a todos los habitantes del pueblo, como la despoblación.

"Me preocupa bastante (...) pero soy optimista, veo que hay gente que quiere dejar Madrid y venirse a los pueblos, pero a los pueblos hay que dotarlos de servicios e infraestructuras", dice uno de los vecinos de La Hiruela, Luis, que se ha empadronado hace unos meses.

Otra vecina, Elena, llegó a La Hiruela hace trece años desde Barcelona tras leer una oferta de trabajo en una página web donde buscaban a una persona para encargarse del mantenimiento del pueblo.

Contrataron a su marido y ella acabó al frente del único bar de La Hiruela, que cuenta además con un restaurante y un ambulatorio pero donde no hay colegios, tiendas ni cajeros automáticos.

"El concejo abierto siempre es positivo. Una opinión más del pueblo siempre va bien", comenta.

A Elena también le interesa abordar en las asambleas la creciente despoblación porque le gustaría que La Hiruela "no fuera sólo un pueblo de fin de semana".

En cambio, a Laura (una mujer jubilada que lleva viviendo 30 años en La Hiruela) lo que más le preocupa es la escasez de transporte público.

"No entiendo mucho de política, pero hablamos de lo que se puede hacer en el pueblo", comenta la vecina, que intenta no perderse ninguna asamblea para "escuchar" a los otros y dar su opinión en uno de los ejercicios de participación más directa de nuestra democracia.