Enrique Rodríguez de la Rubia.

La accidentada caída de Cristina Cifuentes después de un mes de tiras y aflojas a cuenta del máster, pero precipitada hoy por un pequeño hurto de supermercado ocurrido hace siete años, ha empañado el acuerdo del Gobierno con el PNV para subir las pensiones a cambio de salvar los presupuestos de 2018.

El PNV ya había adelantado la semana pasada que no presentaría enmienda a la totalidad a los presupuestos. Algo que en la práctica allanaba el camino a las cuentas públicas, aunque quedaba un paso más.

Faltaba que los nacionalistas vascos confirmaran que votarían en contra de las seis enmiendas de devolución presentadas por los grupos de la oposición y que se votarán mañana en el Congreso. Sin ese apoyo al Gobierno, los presupuestos caerían en el primer trámite parlamentario de esta semana en la Cámara Baja.

A fin de garantizarse el aprobado en este examen, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se reunió ayer con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar.

Cerraron un acuerdo que permitirá que las cuentas públicas sigan adelante, al menos hasta que haya que votar las enmiendas parciales, y que establece una subida de todas las pensiones del 1,6 por ciento en 2018 y según el IPC en 2019.

Nada se había filtrado de esa reunión y todo estaba preparado para anunciar esta misma mañana ese importante pacto sobre pensiones coincidiendo con la primera jornada del debate de presupuestos. Un golpe de efecto en medio de las manifestaciones de los pensionistas en la calle en demanda de pensiones justas.

Sin embargo, el día se desperezaba con la noticia de que Cifuentes fue "cazada" en 2011 intentado robar dos botes de crema en un supermercado. Había imágenes del episodio y la dimisión de Cifuentes parecía inminente después de más de un mes aguantando en su cargo pese a que se cernía una moción de censura sobre su cabeza.

El pleno del Congreso empezaba a las doce, pero la atención estaba en la cercana Puerta del Sol, donde Cifuentes había convocado una rueda de prensa quince minutos antes de esa hora.

Políticos y periodistas aguantaban la respiración en el Palacio de la carrera de San Jerónimo. Los presupuestos generales del Estado, la ley más importante de cada ejercicio, habían pasado a un segundo plano.

En un giro teatral, la noticia de la dimisión de Cifuentes llegaba al Congreso en el mismo instante en que Mariano Rajoy entraba en el Congreso para asistir al debate de los presupuestos. "Cristina Cifuentes ha hecho lo que tenía que hacer", decía lacónico el presidente del Gobierno en medio de una nube de periodistas que le esperaban en la puerta del hemiciclo.

Un Rajoy que, según fuentes del PP, dio esta misma mañana la "instrucción" de que Cifuentes debía dimitir, aunque, eso sí, no habló directamente con ella.

Instantes después comenzaba el debate de presupuestos, pero ya casi nadie estaba pendiente de lo que se discutía en el salón de plenos.

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, subía a la tribuna, pero los titulares de los teletipos, de los digitales y de las radios no era otro que la renuncia de la presidenta madrileña "por dos cremas".

Mientras Montoro hablaba en el hemiciclo, Andoni Ortuzar ya estaba en el Congreso para dar empaque al pacto presupuestario con el Gobierno. Acompañado por el portavoz del PNV, Aitor Esteban y otros diputados del partido, posaba para los medios gráficos en el cercano salón de Pasos Perdidos.

Unos minutos más tarde, Esteban comparecía en rueda de prensa y anunciaba oficialmente el acuerdo sellado con Rajoy que salva, por ahora, los presupuestos de este año.

Noticia que anhelaba el Gobierno del PP desde hace meses y que cualquier día hubiera abierto todos los informativos a bombo y platillo. Pero hoy... tocaba Cifuentes.