El inminente viaje a Marruecos del Rey Juan Carlos va a coincidir con una crisis ministerial en el vecino país, tras la salida del Gobierno del partido nacionalista Istiqlal que formaba coalición con el islamista Justicia y Democracia. Pero por encima de los avatares políticos internos está la autoridad del rey Mohamed VI, que es quien define las relaciones internacionales. Nuestro país ha dado una especial relevancia a esta visita oficial en la que el rey estará acompañado, en un hecho insólito, por todos los que han sido ministros de Asuntos Exteriores en los últimos treinta años, es decir, desde el comienzo de la transición, en una clara demostración de la continuidad y la solidez de la línea de cooperación entre los dos países. En estos momentos se ofrecen, además, unas oportunidades excepcionales para reforzar esa cooperación en el terreno económico. Naciones Unidas ha recuperado como acción estratégica el viejo proyecto de construcción de un túnel bajo el Estrecho, que exigiría una inversión de cinco mil millones de euros y que podría estar terminado en un plazo de doce años. Por otra parte, Marruecos ha decidido dotarse de un formidable sistema de producción eléctrica a partir de las nuevas tecnologías ecológicas, en las cuales España es uno de los países punteros. Parece que existe el deseo compartido de dejar en un segundo plano las diferencias territoriales que siempre han lastrado las relaciones de vecindad. Se añade a ello el interés común de fortalecer la seguridad en el Mediterráneo dentro de la lucha contra el terrorismo que tan activo se muestra en los países subsaharianos.