En 1975 hubo en EEUU la denuncia de una mujer que encontró un trozo de vidrio en el polvo de la leche artificial de su hijo. A raíz de aquel suceso se pidió a la NASA que elaborase un protocolo de seguridad con los limites máximos que puede haber en la alimentación de cualquier sustancia “Si existe un limite máximo es que hay un limite por debajo”, razona el director de QUO en La Mañana, Jorge Alcalde. “Hay una cantidad de sustancias extrañas que están permitidas porque no hacen daño a la salud. Es imposible garantizar que no hay un solo resto de nada en nuestros alimentos. Lo que si es posible es determinar el grado de contaminación a partir del cual es perjudicial o es un fraude. En EUROPA no hay un control tan exhaustivo como en EEUU de estos elementos ajenos a la alimentación, pero también se hace”.
Una investigadora norteamericana dice que si sumamos todo lo que comemos al final de año habremos ingerido entre 500 gramos y un kilo de insectos. Según la FDA norteamericana puede haber 100 fragmentos de insecto por cada 10 gramos de nuez moscada, seis huevos de escarabajo por cada 10% de espárrago envasado, dos o tres mm. de larva de insecto por lata de maíz, 60 crías de gusano por cada 100 gramos de brécol envasado. Las palomitas de maíz pueden contener un excremento chiquitín o un pelo de roedor. Además el 20% de los pescados y carnes blanca que se utilizan están infectados por parásitos inocuos.
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